martes, 27 de octubre de 2009

EL ESPEJO


Desde que Sandro vino a este mundo la suerte no le había acompañado.
Su madre hija de unos padres muy rigurosos, no habían aceptado su embarazo y al ser tarde ya para un aborto quisieron esconderlas de las posibles habladurías de la gente. Con este propósito alquilaron en una gran ciudad un pequeño apartamento y la recluyeron allí para que una vez diera a luz el bebé entregarlo en adopción.
Lo que no contaban sus abuelos era con que su hija no pensaba llevar allí una vida de monja. Nada más salir por la puerta ellos su madre ya estaba llamando a conocidos para dar y participar en fiestas.

Ella nunca se preocupo por el embarazo, jamás tomo precauciones de ninguna clase, bebió, fumó y se drogó. Aborrecía aquel intruso que llevaba en su seno, maldecía el día que quedo preñada y también odiaba al que la dejó así.

Todos los días se recogía cuando ya era bien entrado el día, borracha o drogada siempre acompañada por un hombre distinto. El poco dinero que le enviaban sus padres no duraba y su vida era un trapicheo de droga y prostitución.

Quizás la vida de Sandro hubiese sido otra si al nacer el destino dejara que fuera adoptado por una buena familia. Pero no, su madre se metió en un nuevo lio más y tuvo que dejar deprisa el apartamento. La policía la buscaba por pasar droga en un club donde trabajaba. Esta situación la hizo salir huyendo junto con el último novio.

Como eran personas marginales y el poco dinero que ella recibía de sus padres se acabó, las opciones para ellos eran pocas. Sandro estaba a punto de nacer y la pareja no sabía a donde acudir ya que posiblemente fueran arrestados.

En estas circunstancias fueron a parar a una vieja caravana abandona en medio de un paraje desértico. Allí Su madre dio a luz a Sandro sin ninguna clase de higiene ayudada por su novio.

La adopción no se pudo llevar a cabo era peligroso el intentar dejarse ver. Sandro quedó unido así a esa madre que le aborrecía.

La supervivencia de Sandro se puede considerar un milagro, su madre nunca tomó conciencia de que tenía un bebe su egoísmo junto con las drogas que consumía habitualmente la hundieron en la depravación y la maldad. El abandono de su hijo lejos de darle remordimientos le producía un cierto bienestar, no se atrevió a quitarle la vida al nacer, pero, no fue por escrúpulos, solo la contuvo el miedo de dar con sus huesos en la cárcel. Por ese motivo cada vez que le abandonaba esperaba que al volver él ya no estaría.
Sandro sobrevivió gracias a que en múltiples ocasiones algunos de los numerosos novios de su madre demostraron tener más corazón que ella. Pese a sus borracheras y drogadicción se preocuparon de vez en cuando de alimentarle con los restos de algunos alimentos olvidados y mohosos en los coches o furgonetas .

Sandro se crió en medio de la nada, solo, descuidado, con aquellas noches eternas de abandono, temblando de miedo por los sonidos inquietantes que sacudían la caravana, pasando un frio y calor extremo entre aquellas latas herrumbrosas que le servían de cobijo.
Allí carecía de todo, la suciedad era su compañera eterna, Su madre salía dejándole solo siempre. Al volver algunas veces traía algunos alimentos, poca cosa pan y algo de fiambre .Estos alimentos no eran para él solo cuando ella, borracha o drogada se dormía, entonces era cuando él, hambriento se abalanzaba sobre la sobras. Allí no se podía cocinar, no había luz ni agua. En ocasiones uno de los novios de su madre traía en su furgoneta un deposito de agua. La carencia era total, ni lavarse podía.

Esta forma de vida sin alimentación adecuada, sin una caricia, sin instrucción de ninguna clase habían hecho de Sandro un niño raquítico, con un ligero retraso mental, asustadizo de cualquier extraño ya que la única gente que conocía eran los numerosos novios de su madre y algunos le maltrataron, En muchas ocasiones tuvo que escuchar de esos hombres gritarle a su madre que se deshiciera de él. Sandro vivía con ese miedo, creía muy capaz a su madre de intentarlo, pero para ella él no era un problema, simplemente vivía su vida e ignoraba totalmente a Sandro, para ella no existía.

Un día su madre recogió en una maleta unas cuantas prendas y espero a que su novio llegara con la furgoneta, Sandro la miraba curioso pero ella no era de las que daban explicaciones.

Al poco el claxon de un coche hizo que su madre agarraba la maleta y saliera corriendo hacía la furgoneta, olvidando a Sandro en la caravana.

Se sentó junto al conductor y Sandro vio como cruzo unas breves palabras con él, abrió la puerta y grito-¡ Eh, ven aquí !. El corrió y se paró junto al coche, su madre furiosa le grito- ¡Venga bobo sube rápido..!

Sandro nunca había salido de los alrededores de la caravana, y tampoco había viajado en coche, Todo lo que veía le era nuevo y su instinto de animal encerrado le advertía de peligros escondidos tras el cristal del coche.

Los paisajes que se sucedían le asombraban y alarmaban, sentía miedo, ¿que iba a pasar? ¿a donde iban?. Se replegó en el asiento y dejo de mirar hacía afuera. Las sombras cambiantes de la noche y el sonido del viento sobre el coche le producían terror.

Después de largas horas de viaje por fin el coche paro frente a una gran casa aislada que dejaba ver por todas partes el paso del tiempo. Desde hacía mucho tiempo nadie se había preocupado de ella.

La pareja salió del coche y se pararon frente a la casa. Con ojos escrutadores miraron hacía allí y después con paso decidido avanzaron hasta la puerta.
Sandro como un perrito indefenso corrió tras la pareja y se pego a la sombra de su madre, mirando alrededor temeroso, el crujir de sus pasos sobre la grava del camino que conducía a la casa, inundaban su joven corazón de un fatal presentimiento.
Su madre sacó del bolso unas llaves y abrió la puerta que provoco un ruido que hizo temblar a Sandro, soltó una palabrota al intentar encender la luz y comprobar que estaba cortada. Su novio salió a la furgoneta y volvió con una linterna.

Con esa luz se desplazaron por diversas estancias, su madre conocía la casa, hablaba con el novio y le explicaba diversas peculiaridades de ellas.

A Sandro no le gustaba la casa. Siempre cerca de su madre guiándose por la pequeña luz de la linterna. Intuía que algo morboso, maligno se agazapaba en algún rincón y tuvo la certeza que esa maldad recaería sobre él.

-No se por cuanto la podré vender, hace años que murió mi madre y un año que murió mi padre. Lastima que no me haya enterado antes, ahora podríamos estar de vacaciones con el dinero de la venta.

Su madre no demostraba lastima por la perdida de sus padres, solo le interesaba el dinero que le podía reportar la venta de la casa.

Sandro quedó solo en esa gran casa desconocida, como quedaba en la caravana. Se quejaba pero su madre le ignoraba, solamente con despreció le tiraba la linterna y se marchaba.

Las salidas de su madre eran constantes y algunas veces venia acompañada de personas que se interesaban por la casa. Pero no era fácil venderla.

Sandro, venciendo sus fantásticos terrores con la sola ayuda de la linterna, se atrevió a subir al primer piso. La vieja escalera crujía bajo sus pies y ese sonido lúgubre acallaba el resto de sonidos inquietantes de aquella vieja casa. Llego a un amplio vestíbulo, de allí salía un largo pasillo con numerosas habitaciones. Enfocando la linterna a un lado y otro caminó, con el corazón encogido y sus latidos cada vez mas rápidos. Fue desplazándose por aquel pasillo con el temor de ser engullido por él, algo le impidió avanzar y se enredó en su cara y garganta, Sandro aterrado empezó a manotear intentando desembarazarse de aquella cosa fibrosa, pegajosa, que se adhería a él. Solo eran las enormes telarañas tejidas durante mucho tiempo.
Cuando pudo limpiar su cara y cuello, despacio intentó abrir una de las puertas. La madera podrida y encajada por el tiempo pasado sin abrirse se negaba, empujo con todas sus fuerzas y la puerta cedió con un sonido chirriante que enervo los ya sensibles nervios de Sandro Entró y la luz errante de la linterna le reveló una habitación muy antigua con una gran cama y unas extrañas cortinas negras. De repente la tenue luz de la linterna le dejo ver que no estaba solo. Allí frente a él se encontraba otra persona.

Acallando los latidos de su corazón y el pavor que le impulsaba a abandonar aquel lugar inmediatamente. Sandro enfocó nuevamente la linterna y allí seguía aquel desconocido.

Un sobresalto le hizo retroceder, y la linterna cayó. quedando por un momento toda la habitación a oscuras. Buscó angustiado la linterna, se agacho y arrastro por el suelo hasta dar con ella. Su respiración jadeante era lo único que se escuchaba allí.

-¿Quien eres?

-Nadie contestó.

-¿Eres amigo de mama?

El desconocido, de formas imprecisas por la la deformación de la luz de la linterna, no respondió a Sandro.

Sandro ya se disponía a bajar cuando alguien le llamo.

- Muchacho.. Muchacho.

Era el desconocido el que le llamaba. El ente del espejo atrapado en un mundo similar al nuestro pero donde nada es lo que parece.

-Te estaba esperando, estaba esperando a alguien que quisiera jugar conmigo.

.Pero yo no se a que podría jugar. Yo nunca he tenido amigos.

-No importa, hace mucho tiempo que espero que a esta casa venga un niño tu pasa hacía aquí y yo me pondré en tu lugar.... así empezaremos.
La figura del espejo solo tenia un deseo. Ese niño tenia que traspasar el portal que comunicaba con el y con el más allá. Eso sería su libertad.

La conversación fue interrumpida, por la llamada furiosa de su madre, acababa de llegar y necesitaba la linterna.

Sandro, bajo corriendo, dio la linterna a su madre y empezó a explicar lo que le había acontecido.

-Mama, en la habitación de arriba hay un extraño.

-¿Que dices bobo? ahí no hay nadie.

-Sí, mama yo lo he visto es aproximadamente de mi altura.

-¡Imbécil! tu lo que has visto es tu figura en el gran espejo de la habitación oscura.

-¿En el espejo? ¿Qué es un espejo?

-Pobre tonto, como nunca has salido de la caravana nunca te has visto en un espejo. Un espejo refleja nuestra figura o las cosas que queden enfrentadas a el.

-Mama, no puede ser él me ha hablado.

Su madre dio por terminada la conversación y dirigiéndose a su novio le dijo.

-Mañana iremos a formalizar la venta, no es una suma muy grande, pero todas la personas que han visto la casa han dicho que necesita una gran reforma y que no vale más.

Otra vez Sandro, subiendo las viejas escaleras. Llegó al vestíbulo y resueltamente enfocó la linterna para llegar hasta la habitación. Una vez entró se enfrentó al espejo como lo hizo la primera vez. Otra vez aquella figura a la que no podía distinguir bien por la raquítica luz que salía de la linterna. Observo curioso ¿ese era él?. Un muchacho desgreñado, con largas piernas tan delgadas como filamentos, su espalda encorvada y con una cara delgada con cierto rictus de imbecilidad. Se acerco más al espejo, esperando volver a ver al desconocido. Pero su madre le había dicho que esa figura era él.

Pero otra vez el extraño del espejo apareció allí.

-¿Vienes a jugar conmigo? todo el tiempo que llevo aquí, mi deseo mas ardiente era que algún niño viniese. Su sonrisa y ojos reflejaban maldad.

Llevaba mucho tiempo tras ese espejo. En esta ocasión dejaría para siempre el terrible encierro. Para eso era necesario que Sandro aceptara.

-Bueno, yo nunca he tenido un amigo, juguemos...

-Bien, empecemos, los dos al tiempo, deja la linterna ahí. Pon tus manos sobre el espejo y yo pondré las mías.

Así lo hizo el ingenuo Sandro lo que aprovecho el extraño para tirar de él y hacerle penetrar tras el espejo. Sandro, se volteó y ya el desconocido no estaba. No veía nada, palpo a su alrededor y solo noto un hedor insoportable y un intenso frío, lucho por salir pero una pared lisa y fría, se lo impedía. Araño, pateo, golpeo. Sus gritos y alaridos nadie los podía oír . Su lamento mas triste y desgarrador era llamar.. ¡Madre.... Madree!.
Quedo atrapado dentro del espejo. Nadie vendría a salvarlo.

La madre de Sandro y su novio ya estaban llevando el equipaje al coche. Perpetuamente malhumorada con él le dirigió una mirada y le cogió la linterna.

-Venga, ¿de donde vienes? date prisa o te dejare aquí ¡estúpido!. Sube al coche.


Pobre Sandro, su madre en su desprecio, no se percató de que no era él. ella nunca se había fijado con cariño en su hijo, jamás lo había mirado a la cara o lo había acariciado. Para ella cualquiera podía ser Sandro.

Este desapego y crueldad con su hijo pronto se volvería contra ella. Su vida se abocaba a una espiral de terror y maldad que empezaría a sufrir. Acababa de introducir en su vida al ¡MALIGNO!

martes, 20 de octubre de 2009

LUCÍA




Lucía era una muchacha muy bonita, su pelo largo y rojo, su sonrisa iluminando siempre su rostro, sus labios rojos y carnosos, y sus ojos pícaros de un color azul intenso, que brillaban especialmente cada vez que Lauro estaba cerca de ella.
Había nacido en una pobre y olvidada aldea, en una comarca aislada de su entorno, paradigma del atraso rural, de gente analfabeta, con enfermedades congénitas debido a los matrimonios entre familiares. Gente sin recursos que malvivían con lo poco que podían arrancarle a la tierra, una tierra pobre que se negaba a proveer a los que dejaban su vida en cultivarla.

Lucía era la mayor de cinco hermanos y contra toda lógica, era bonita y proporcionada ya que todos sus hermanos habían nacido con diversas taras. Sus padres eran primos ( como todos en aquella aldea) y también padecían males propios de la endogamia de aquel desgraciado y recóndito lugar con una situación de atraso de siglos. Allí nadie sabía con cuantos años contaba, ya que para ellos no era nada importante, cuando apenas se mantenían en pie ya tenían que trabajar, bien en las tareas del campo, transportar agua desde una única y lejana fuente o cuidar a los hermanos pequeños o la casa. Los días unos iguales a otros, trabajar, trabajar, y esperar al final del día una sopa donde flotaba un pedazo de nabo o de cualquier otra cosa que hubieran podido arrancar a esa tierra muerta.

Por eso un día Lucía se asustó, la aldea estaba revuelta, nadie acudió a los campos y un par de forasteros montados en preciosos caballos gritaban a los aldeanos. Al momento a las puertas de las ruinosas cabañas los padres mandaron alinearse a sus hijas. Allí esperaron.

Los dos hombres a caballo hablaban entre si, miraban a las niñas como si fueran mercancía que fueran a comprar y alargando la mano escogían. Lucía fue una de las escogidas. Sus padres la habían vendido para sirvienta en la ciudad en casa de ricos señores. Apenas contaba con diez años.

A las afueras de la aldea esperaba un carromato de los que transportaban pienso para el ganado donde fueron a parar las niñas escogidas. Ellas desconocían hacía donde se dirigían y la separación de lo que conocían las sumió en sentidos y profundos sollozos. El camino fue largo, dos jornadas le llevo el llegar al destino, en esos dos días las niñas cada vez mas temerosas empezaron a enfermar. Cuando el carromato paró en la puerta trasera de una gran casa, algunas de las niñas le fue imposible ponerse en pie, estaban extenuadas, hambrientas, temerosas. Por esa puerta salió una oronda y malhumorada mujer que gritando llamo a otras dos mujeres y les conminó a llevar a las niñas a un pozo que se encontraba en medio del patio. Allí las hicieron despojarse de los harapos que le servían de ropa, y lavarse por que el hedor que despedían era insoportable. Muertas de frio y desnudas sacaron ellas mismas el agua del pozo y allí mismo lavaron sus pequeños y torturados cuerpos. Algunas les fue imposible. Aunque acostumbradas a trabajar, el tortuoso camino y la fragilidad de sus cuerpo no resistían mas. Lucía ayudo a lavar estas pequeñas que se rendían ante tanto infortunio.
Las mujeres le acercaron un montón de trapos para que se vistiesen y las dirigieron a una choza donde guardaban la paja de alimento de las caballerías y allí las dejaron. Mas tarde las trajeron un tazón de sopa con pequeños pedazos de carne y un mendrugo de pan. Cuando Lucía terminó acudió en ayuda de algunas que ni tan siquiera podían alimentarse. La noche paso rápidamente, después de los días en el carromato, los dolores del cuerpos eran insoportables pero el cansancio era tan grande que el sueño vino enseguida.

A la mañana siguiente vinieron a por ellas y las hicieron esperar en el patio. Un hombre vestido como servidor de una gran casa las fue repasando y al llegar a ella, paró y la señaló. Al momento una de las mujeres tiro de ella la metió en la casa y le acerco un modesto vestido de tela basta.
El hombre que la había escogido con un ademán le mostró un pequeño carruaje. Nunca volvería a ver a las demás niñas. Después de un largo recorrido el carruaje paró en un gran patio donde un grupo de personas se afanaban en preparar grandes cantidades de manjares que Lucía jamas había visto. El sirviente hablo con una mujer y señaló a Lucía, después volvió a subir al carruaje y se dirigió a un lugar donde ya había otros, dejándolo allí. La mujer se acercó a Lucía la miro con ojos escrutadores y encogiendo los hombros y suspirando. dio media vuelta y siguió dando ordenes a todos los que trabajaban.

Una niña poco mayor que ella se acercó y cogiéndola de la mano tiro de ella y la introdujo dentro de la casa. La cocina rebosaba de personas cocinando en los pucheros y cortando y preparando toda clase de aves y pescados. La niña la hizo sortear todas estas personas que allí se encontraban y por unas escaleras bajaron hasta una habitación. Al entrar Lucía no pudo vislumbrar nada. Cuando sus ojos se acostumbraron a esa oscuridad, ya que no tenía ventana. La mostró un jergón y desapareció. Al poco apareció con una tajada de pan y un pedazo de queso.

-¿Como te llamas?

-Lucía -

Yo soy Nora, no te preocupes, nunca veras a los señores y seguro que de momento solo te mandaran a por agua o ayudar a encender el fuego o cosas sencillas. Mas adelante ya iras ayudando con trabajos con mas responsabilidad. Lucía, trataba de entender lo que le decía Nora pero toda su atención la tenia en el agradable sabor del queso ya que ella nunca lo había comido.

Lo años fueron pasando para Lucía, en esta casa y pese a la dureza del trabajo, las horas interminables arrodillada en el suelo intentando limpiar las manchas de lodo, excrementos y toda clase de manchas, fueron mucho mejores para ella que los transcurridos en la aldea.


Los amos vendieron la casa y el número de sirvientes fue decreciendo, Lucía fue de las que los nuevos dueños decidieron quedarse.

Los nuevos amos eran gente estrafalaria, ya en la casa no había la rigidez de antes, la nueva señora vestía lindos vestidos de última moda y su risa se podía escuchar por cualquier lugar de la casa o de los extensos jardines. Sus amigos la llenaban entrando y saliendo a cualquier hora del día, el trabajo nunca faltaba, pero a Lucía eso no le importaba, el trasiego de gente elegante y divertida, la música que no paraba de salir de un extraño aparato, la reuniones en cualquier rincón, todo era nuevo para ella. Algunas noches cuando cansada, se tumbaba en la cama antes de dormir soñaba despierta con ser ella alguna de las lindas muchachas que alegres, elegantes y divertidas se movía con toda familiaridad por la casa.


La señora en algunas ocasiones bajaba a la cocina y se sentaba a la mesa tomando un té mientras escuchaba las historias de algunos de los criados. Siempre se mostraba gentil y amable con ellos .Les agradecía como llevaban la casa y por ese motivo repartía pequeñas cantidades de dinero. Por Lucía sentía un gran aprecio, como ya era una linda muchacha , mando comprar un bonito uniforme con encajes y la nombró su doncella.


Los sirvientes rumoreaban escandalizados sobre la situación de los amos, decían que no estaban casados y que era un escándalo. Pero debido al gran aprecio que sentían por la señora pronto se acallaron los rumores. La vida en la casa se volvió muy agradable. Nunca antes Lucía se había encontrado tan bien pisando esos salones, preparando el baño o la ropa de su señora, ayudandola a vestirse o sintiendo su ligero y agradable perfume. Nunca antes su manos habían tocado tantas cosas bellas.

El señor marcho y ya nunca se volvió a saber ni hablar de él. La señora no pareció muy afectada y siguió con su vida de entradas y salidas, con jóvenes y bellos muchachos.


Un día un sonido llamo su atención, se asomó por una ventana y vio venir por el camino que llevaba a la casa un coche a motor. La señora adelantada a sus tiempos había dejado los carruajes de caballos y compró un coche descapotable al que pronto todos empezaron a llamar Bugatti. El coche no venia solo, el conductor un guapo mozo llamado Lauro paso a estar siempre limpiando y cuidando el coche, siempre esperando las ordenes de la señora.
A Lucía le gustaba Lauro, procuraba pasar cuantas veces podía cerca de él y las miradas que se cruzaban eran significativas del aprecio mutuo de los dos jóvenes. Paso el tiempo, Lucía ya había cumplido 18 años y algunas veces en la pequeña habitación que le había asignado la señora cerca de ellas sus sueños ahora eran con ser algún día la propietaria de todas las cosas bellas de la casa.

La señora era bella de una belleza irreal, se deslizaba por la casa como si flotara , a su paso un aroma perfuma todo cuanto estaba a su alrededor, su elegancia transcendía a todas las cosas, sus vestidos siempre a la última moda eran extremadamente refinados de telas nunca vistas antes, traídas de lejanos y extraños países, su tacto era fino, suave, delicado y los solía adornar con preciosos complementos. Lucía pasaba horas contemplando aquellas hermosas prendas las lavaba cuidadosamente, las planchaba y doblaba con primor y las acariciaba para sentir el tacto agradable de aquellas delicadas telas.

La casa estaba revuelta la señora marchaba a un crucero por los mares del Caribe y todos los sirvientes estaban volcados en preparar que todo estuviera a punto. Las compras de ropas y valijas se habían intensificado y la señora junto con Lucía iba disponiendo las cosas que necesitaría en su viaje, Más de veinte grandes baúles y maletas se fueron acumulando en el vestíbulo de la casa. Todas y cada de una de las cosas que portaban esas maletas las había preparado Lucía con todo mimo, las sedas, gasas, shantung, lanas. Para ella no había trabajo mas maravilloso.

La señora despidió al personal y en la casa solo dejó a Lucía y Lauro, tenía plena confianza en ellos y deseaba que Lucía se cuidara de su vestuario y de la casa y Lauro tuviera siempre a punto su precio coche Bugatti y el jardín.

Lucía estaba exultante, delante del espejo se cepillaba su largo cabello, se probaba deliciosos vestidos del armarío de su señora. Se encontraba bellísima. Dudó entre varios y al fin escogió uno de delicada organza en color lavanda. Se recogió el pelo en lo alto de su cabeza y escogió un prendedor de pelo con figura de una pequeña libélula de amatistas. Estas joyas al ser de escaso valor la señora nunca las guardaba. Del tocador escogió un hermoso frasco labrado y destapándolo, con el tapón, impregnó los dos lados de su cuello .

Bajó por las escaleras intentando imitar la forma tan elegante de andar de su señora. Al llegar al salón, se asustó allí estaba Lauro. Él la miraba extasiado como si la viera por primera vez. Los dos se miraron y rieron a carcajadas.

-Lucía era la mujer mas bella que nunca he visto.

-Lauro, es por las ropas de la señora..

-No, siempre; desde el primer día que te vi pienso solo en ti, no necesitas esas ropas para parecerlo.

A Lucía le subió el rubor a sus mejillas.


-Lucía, ven conmigo- y diciendo esto la agarro de la mano y tiro de ella- Salieron al jardín y Lauro la hizo un ademán para que espera allí y corrió hasta donde estaba aparcado el coche.

Al momento ya estaban Lauro y el coche junto a Lucía.

- Esta elegante señora merece un delicioso paseo donde lucir su explendida belleza.

Los dos jóvenes rieron y Lucía después de dudar un segundo abrió la puerta del coche y se sentó junto a Lauro. Ya Lauro se disponía a poner en marcha el potente coche cuando Lucía le dijo - Espera ya vuelvo-

Corrió escaleras arriba, se había acordado que su señora nunca salía en el coche sin ponerse un foulard al cuello. Sabía donde buscar, enseguida encontró lo que quería, un precioso foulard de seda larguísimo. Frente al espejo lo puso en su cuello dando dos vueltas sobre él dejando colgando a los dos lados de sus hombros por la espalda el resto de aquel precioso complemento. Bajó las escaleras como lo hubiera hecho una reina y de un pequeño salto, se sentó junto a Lauro, alegre, hermosa, llena de vida. Se miraron los dos jóvenes y riendo Lauro arrancó y aceleró el coche.


El hermoso foulard de Lucía al viento, vaporoso como una mariposa de bellos colores, floto en el aire y el infortunio hizo que se enredara en los radios de las ruedas del potente coche. El bello cuello de la muchacha fue oprimido tan fuerte como si el liviano foulard se hubiera convertido en unas garras malignas de fuerza sobrenaturales.

El cuello de Lucía fue brutalmente desplazado hacía atrás y cercenado. Un terrible crujido desplazó a las risas de Lucía.

martes, 13 de octubre de 2009

LLAMA EL TELEFONO



El amanecer parecía no pronosticar nada bueno. El sol no apareció en el horizonte y la niebla y la oscuridad se hicieron dueñas de toda la ciudad. Aquella densa niebla pesaba sobre el animo de las personas y les hacia moverse con gran lentitud, como si estuvieran luchando con un enemigo casi invisible, sus figuras borrosas parecían flotar y ser engullidas por un vaho gris.



El lugar tenia algo de siniestro, embutido en una escarpada ladera , solitario, entre altas montañas de piedra negra y vegetación rala e inquietante. Allí el tiempo parecía no transcurrir, era un sitio donde las piedras de las casas rezumaban siempre un liquido verdoso. La gran humedad producía que fueran invadidas de un moho que le daban un aspecto lúgubre y enfermizo. Los pavimentos de las calles de las misma piedra de las montañas, unido a las vetustas casas desconchadas y a punto de caer se fundían con las montañas.



Los pocos viajeros que se aventuraban a desafiar las endiabladas e interminables revueltas para subir allí, quedaban impresionados por la tremenda huella del paso del tiempo y el clima de aquel lugar. Todos procuraban estar el menor tiempo posible y lo abandonaban con alivio; como un alma torturada abandona el purgatorio camino del cielo.



Sara era desgraciada allí, hacía poco tiempo que su marido trabajaba para el gobierno y un trabajo como ingeniero le llevo hasta aquellas montañas. Se proponían levantar la mayor torre de comunicaciones del país, era de vital estrategia para mejorar todas las comunicaciones, tanto civiles como militares. Este trabajo era una gran ocasión para su marido. Pero este trabajo también hacía que él nunca estuviera con ella.

La torre se construía mucho mas arriba, en la cima de la mas alta y negra montaña. Allí se construyeron unos pabellones donde todos los que trabajaban vivían durante la semana. El camino era peligroso, estrecho, tortuoso, resbaladizo. La oscuridad persistente , la niebla y la humedad hacían que se procurara transitarlo lo menos posible. Ya habían ocurrido varios accidente con los camiones que suministraban los materiales y se trataba de reducirlos.

Sara se sentía sola en aquella casa donde nada funcionaba, las tuberías sonando siempre con ruidos que muchas veces podían confundirse con alaridos de personas que habían quedado atrapadas para siempre entre esas paredes, siempre húmedas y sucias, las puertas y ventanas mal encajadas ,dejando entrar ráfagas de viento helado y crujiendo con sonidos que le producían un temor intenso. Un fin de semana su marido tardo un poco mas de lo habitual, pero llego muy contento y con mucho misterio sacó un pequeño paquete de su bolsillo y se lo puso a Sara en sus manos. -¿Que es? -Algo que te va hacer feliz, un teléfono móvil, hemos terminado la primera fase y desde ahora ya los teléfonos móviles funcionaran aquí. Hoy en los suministros han venido varios y he pensado que para que no te encuentres tan sola con este podrás hablar conmigo cada vez que quieras. Los he programado para que la marcación sea automática, solo das a este botón y... ¡ Ya esta! Sara se abrazó a él y sintió un gran alivio ¿Dios mío! por fin lo tendré mas cerca de mí.

Las conversaciones entre Sara y su marido se hicieron habituales, siempre tenia el teléfono cerca de ella y el sonido de su llamada le hacía por un momento sentirse feliz. Cada día llevaba peor el estar en esa casa, en ese lugar. Sentía emociones que le daban miedo, los ruidos, los cambios de temperatura, estaban socavándola emocionalmente, sentía que de no marchar pronto de allí quizás podría llegar a perder el juicio.

Algunas veces atemorizada se acurrucaba en un rincón y las lágrimas y sollozos aliviaban por un momento la gran angustia que le embargaba.

Las llamadas a su marido cada vez eran mas frecuentes y apremiantes. El la intentaba calmar. La hablaba de su gran amor por ella y que pronto las obras acabarían y marcharían a un lugar donde el sol les envolviera en su calidez, donde las casa fueran blancas y de colores alegres, donde el cielo de un azul intenso se confundiera con el azul del mar, donde las buganvillas, las madreselvas, las glicinas, los nardos....todo se uniera para ser un paraíso diseñado exclusivamente para ellos.

Esperar el sonido del teléfono era obsesión para Sara, solo eso era importante para ella.
Aquel día era especialmente horrible una tormenta de nieve azotaba el lugar. El viento se metía por los resquicios de puertas y ventanas, empujándolas con gran fuerza como si un gran gigante quisiera traspasarlas. Sara se acurruco en un rincón y con sus manos se tapó los oídos intentando no escuchar.
Esperó la llamada del teléfono, pero no llego...
Desesperada llamo ella ,nada. Nadie contestó. Volvió a llamar... tampoco esta vez hubo contestación.
La casa parecía tener vida propia, podía sentir sus latidos. Su cuerpo latía también al unisono.
Unos golpes muy fuertes en la puerta la hicieron reaccionar, no, no era el viento, en la puerta había alguien. Asustada se pegó aun mas a la pared, su cuerpo temblaba compulsivamente.
Nuevamente los golpes en la puerta y una voz que la llamaba por su nombre.
Al fin tuvo las fuerzas suficientes para acercarse a la puerta y sin abrirla pregunto-¿Quien es?-
Alguien desde fuera le contesto...solo entendió algunas terribles palabras, marido... accidente.
Cuando recobró el conocimiento en la casa estaban varios compañeros de su marido.
El accidente ocurrió en la última curva llegando al pueblo. Su marido había muerto.
Sara perdió su equilibrio emocional, estaba ausente y no pudo hacerse cargo en ningún momento de todos las gestiones de el entierro.
Un compañero de su marido le dijo algo de que debido a la gran ventisca de viento y nieve estaban incomunicados y que debían enterrar provisionalmente a su marido allí. Mas adelante cuando las condiciones del tiempo variaran dejarían de estar incomunicados y lo trasladaría a su sepultura definitiva.
Sara dejo hacer, nada le interesaba, todo le daba igual.
-Sara, si quiere despedirse vamos a cerrar el ataúd.
La ayudaron a levantarse y casi en volandas la transportaron hasta donde yacía su marido. Sus ojos se nublaron y rota de dolor se abalanzó sobre el cuerpo inerte de él. Lo abrazó y besó y fue muy difícil separarla de allí. Cuando lo consiguieron Sara reparó en el teléfono de su marido que tanto les había unido. Con un gesto de pena infinita cogió el teléfono y lo introdujo dentro del ataúd.
Dos dias pasaron y la nieve seguía imposibilitando el traslado del cadáver. Sara ya ni tan siquiera se levantaba de la cama, solo quería salir de allí y llevarse a su marido. Por nada del mundo lo dejaría en aquel lugar. Solo eso la mantenía viva.

Desde la muerte de él nunca su teléfono había vuelto a sonar. Nadie mas que él conocía el número, por eso cuando Sara escuchó el sonido de un teléfono quedo atónita, lo primero que le pasó por su cabeza fue que alguien se lo había dejado allí durante el velatorio.

Pero el sonido paraba y unos segundo después volvía a sonar.

Como una sonámbula se dirigió siguiendo el sonido por las estancias de la casa. La casa estaba oscura y fría, Sara vivía en una perpetua oscuridad, y el frió y la humedad eran los dueños de cada rincón de la casa.

El sonido paro. Sara no obstante siguió buscando el teléfono, su cabeza y corazón pulsaban al mismo tiempo con un dolor extremo. Otra vez el sonido, Sara esta vez pudo ver la luz del teléfono encenderse al dar la llamada. Extendió la mano y temblando lo cogió....en la pantalla podía ver el nombre de su marido.
-¡No puede ser!

El teléfono seguía llamando.Siempre en la pantalla el nombre de su marido.
Sara descolgó y ansiosamente dijo ¿ eres tú? Nada, solo un ruido, como si algo o alguien se arrastrara .
Cayó como fulminada por un rayo, su corazón no pudo más. Se rindió
Cuando dos empleados compañeros de su marido pudieron entrar después de echar abajo la puerta. A Sara, la encontraron muerta con el teléfono en la mano.
-Pobre mujer, Quizas ha sido mejor que no llegara a saber que esta noche unas alimañas han removido la tumba de su marido y el cadaver ha estado rodando por la montaña.

martes, 6 de octubre de 2009

MANIOBRAS DE CODICIA


Por fin todo terminaba. Hacía 10 días que su marido fue enterrado. Ahora todos se encontraban sentados en el gran salón esperando que el notario leyera el testamento.
Las caras de todos intentaban reflejar tristeza y serenidad, pero todo era apariencia; cada cual estaba ansioso porqué el documento se abriera y saber que sustanciosa cantidad le había correspondido.

El notario después de unas breves palabras en recuerdo del difunto, se dispuso a dar cumplimiento a su misión.
Carraspeó levemente y comenzó a leer los prolegómenos - que a nadie interesaban- la tensión era evidente. El antiguo y espectacular mobiliario dejaba oír de vez en cuando algún crujido por el movimiento nervioso de quien lo ocupaba.

Sara disimuladamente escrutaba las caras de los allí presentes, sus hijastros, a los que odiaba y que el odio era recíproco, el administrador, hombre al que tampoco le tenía ningún aprecio ya que siempre cuestionaba sus gastos, si por él fuera ella no sería la señora de esa casa. No la consideraba con la categoría suficiente para ocupar el puesto de su difunta señora.

Tambien estaban el resto de los criados jardinero, chofer, ama de llaves....estos habían sido llamados por que su marido en gratitud a los muchos años de fidelidad los nombraba en su testamento.

La voz del notario seguía monótona desgranado la parte del documento donde se hablaba de las leyes en vigor y bla...bla...
Sus pensamientos la llevaron años atrás, a su vida de miseria en un barrio degradado y con unos padres trabajadores y cariñosos pero que nunca le pudieron proporcionar lo que ella se merecía.

Tuvo que aceptar un trabajo en un bar con el que se sentía desgracíada. Todos los dias lloraba y se proponía salir de allí como fuera. Pronto se dio cuenta de que atraia a los hombres pero ninguno obtuvo nada de ella. Ella no perdería el tiempo con un palurdo sin recursos.

Un día salio de casa con sus ahorros en su viejo coche, sin mirar atrás dejo trabajo y familia sin una sola palabra. Nunca volvió a llamar ni a saber de ellos. No le eran necesarios, solo serían un estorbo. Nunca disfrutarían de la riqueza que ella consiguió al casarse.


Trabajó incansablemente para poder comprar ropa y poder llevar en sus ratos libres una vida que no le correspondía. Refinó sus maneras y las revistas de moda le fueron dando pautas para intentar parecer de una clase de la que no procedía. No obstante nunca consiguió la distinción que da la cuna donde se nace. Incluso cuando ya casada y multimillonaría ,vestida con ropa de los mejores modistos y completos de joyas costosas, no pudo deshacerse de aquella chica de barrio sin clase.

Su marido 30 años mayor que ella cayó en sus redes. Ella se le presentó como una joven honesta, cariñosa, guapisima.......

La familia se opuso a esa boda, pero ella peleó con uñas y dientes-no pensaba dejar esa estupenda presa- al final todo lo soñado se cumplió.

Ahora sabía que el testamento sería muy satifactorío para ella. Su marido se había plegado a sus ruegos y la mayor beneficiaría sería ella. Se lo merecía 9 años aguantando a un viejo baboso... deseando a ardíentemente jóvenes con los que coincidía en ocasiones. Pero nunca le fue infiel y no fue por falta de ganas...pero por nada ni nadie se hubiera expuesto a un divorcio o a perder la fortuna de su marido. Ya tendría tiempo... era todavía muy joven.

La lectura dio fin y las caras de sus hijastros no podían disimular el malestar al comprobar el legado que su padre había dispuesto para ellos.

Al administrador y criados les dejaba modestas cantidades, pero ellos sonreían agradecidos ya que con ellas podrían llevar una vida mejor. ¡Imbéciles pronto los echaría a todos! No pensaba mantener a esa cuadrilla babosa que nunca la consideraron su señora.

El notario y sus hijastros ya habían abandonado la casa cuando unos golpes en la puerta y la voz del administrador la sacó de sus pensamientos.

-Señora, ¿puedo pasar?

-Sí, pase


-Vera, señora...nos hemos reunido todo el personal y me han escogido para que hable con usted.

-Pues, adelante, diga.

-Las personas a su servicio, no desean seguir trabajando aquí, una vez muerto el señor al que eran fieles, su cometido dicen que terminó.

Sara sintió como un gran bofetón en plena cara- que se habían creído estos desgraciados no los necesitaba para nada-no dejó que el sentimiento de rabia se trasluciera en su cara.

-Bien, pueden hacer lo que crean mas oportuno.

-Señora preparare los cheque de sus sueldos y una vez firmados los entregaré ¿Le parece bien?.

-Sí, sí, haga lo que sea necesario y no me molesten.

La casa nunca había estado tan silenciosa. Sara se paseaba por la mansión tomando posesión de todo por lo que había sacrificado a su familia y parte de su juventud.

Al llegar cerca de la cocina- a la que nunca antes se había acercado- recibió un susto, una gran sombra se acercaba hacía ella, retrocedió pero solo era el perro que tanto apreciaba su marido. A ella nunca le gusto y el perro parecía que se daba cuenta y siempre que la encontraba le enseñaba los dientes y soltaba un bufido.

Sara apartó al perro de una tremenda patada...el perro salio corriendo dando lamentos lastimeros y se resguardo en un rincón, desde allí se puso al acecho y sus ojos brillantes parecían rezumar odio.
Una vez haberse paseado por su mansión, disfrutado tocando y sopesando el valor de cada mueble, cuadro, libro, decidío dedicarse a lo que por 9 años había soñado día a día, lo que le había atado a su marido, por lo que dejó de vivir la vida de una mujer joven de su tiempo.

La habitación acorazada.

Ella sabía que pese a la fortuna que se le había legado, el legado mas importante estaba escondido en aquella habitación. Allí se guardaba un tesoro fabuloso que su marido guardaba desde hacía décadas. El pese a ser un magnate de las finanzas siempre le gustaba tener para su contemplación gran parte de sus riquezas. Con ello se alimentaba su ego, y su contemplación le hacía sentir mas importante.


Ahora ella gozaría en solitario de esas riquezas. Se sirvió una bebida y cogió la llave electrónica y la clave que el notario le había entregado se dirigió a disfrutar de lo conseguido.

Estaba excitada..el corazón latía rápidamente...metió la llave y despacio para no equivocarse tecleo la clave secreta . Se acerco a una mesa donde había dejado la bebida y la cogió dejo la llave puesta y empujo la puerta .

Al abrirse, quedo un momento parada. La habitación era mejor de lo que siempre había soñado-nunca su marido la dejó entrar- despacio entro y montones de cuadros de autores famosos estaban colgados por las paredes .Otros apilados perfectamente embalados, numerosas cajas, lingotes de oro y diversas joyas. Cogió una silla y acercó una de las cajas. Un teléfono de linea interior con la casa le molestaba para abrirla, lo apartó y con codicia abrió la caja, quedo sin respiración montones de billetes nuevos rebosaban, no los podía contar, tenia prisa por abrir cada una de las cajas.
De pronto escucho un ruido a sus espaldas. Asustada se volvió y vio al perro que la miraba con los ojos rojos y dispuesto a saltar sobre ella.


Corrió...corrió.. espantada de ver la figura del perro y en un último esfuerzo y antes de que el perro pudiera saltar sobre ella. CERRO LA PUERTA.

Cuando recuperó la calma intento abrir la puerta pero ya era tarde, busco la llave pero recordó que estaba puesta por fuera, busco la clave pero al coger la bebida la clave quedó afuera encima de la mesa.

Busco el teléfono y desesperada llamo...llamo...pero nadie contestó a su llamada.

En casa solo estaban ella y el perro. ¿Cuanto oxigeno quedaría?

jueves, 1 de octubre de 2009

LOS CUENTOS DE LA ABUELA


Estaba en un lugar irreal...la luz allí era la reina. Se posaba sobre todas las cosas dándoles una patina de color rosa. Las caras muy cerca de ella le miraban con curiosidad, no le daban miedo... A veces eran amistosas, agradables... Otras se transformaban y adquirían formas increíbles, unas veces de campana invertida, otras se alargaban hasta el infinito. Sus guiños le hacían sentirse feliz. Esa áurea que la luz les proporcionaba le recordaban a los viejos cuentos que su abuela le contaba siendo una niña.

En esos cuentos aparecían y desaparecían peculiares personajes que tenían habilidades asombrosas. Su abuela decía que existían porque tenían que transmitir mensajes felices a los niños buenos.
Uno de sus preferidos era"Chami" el payaso. Con su redonda cara blanca que su abuela se empeñaba en decir que era así por haber nacido donde siempre se posaba la nieve. Pero ella sabía que "Chami" se pintaba la cara con la misma cal que su abuela y su madre todos los años por primavera, pintaba la fachada de su casa haciéndola parecer una gran tarta de nata. La nariz una bola roja, era de cristal traído desde un planeta lejano, desconocido, donde todo...personas y cosas, eran de un precioso cristal mas puro que los diamantes.
Los relatos de su abuela los contaba tan apasionadamente que para ella eran verdad o al menos ella, así lo creía. Creía en la bondad de esa cara amable. Sus tunantes ojos saliendo de entre el blanco de su cara de payaso, sus grandes dientes blanquisimos destacando entre unos inmensos labios mas rojos que la sangre, las orejas singulares que podía mover a voluntad.
"Chami" podía hacer de grandes globos, figuras de animales que luego, soplando sobre ellas tomaban vida y servían para acompañar y hacer felices a muchos niños.
Ella lo que nunca creyó fue en los globos transformados en figuras vivientes . Pero en malos momentos recordaba todo esto y por un instante una llama de vigor y esperanza le reconfortaba.
No sabía donde estaba, ni el porqué de todos estos recuerdos. Solo percibía que desde hacía mucho no se sentía tan feliz.
Con claridad se le presentaban los personajes de los cuentos de su abuela, hadas madrinas gordas, con vaporosos vestidos, siempre con prisa, por tener que ir a muchos lugares a reparar las maldades de feas brujas, con grandes verrugas en su tortuosa y larga nariz. A veces eran también tan despistadas que su varita mágica de cristal la perdían y refunfuñaban dando vueltas buscando. Sus vestidos de gasa al dar tantas vueltas. mas de una vez les hizo volar por los aires y desaparecer antes de deshacer los hechizos de las brujas.
Gnomos, princesas, ¿Por que recordaba todo esto ahora ? ¿donde estaba?
Esa luz... ya no veía las caras...solamente quedó aquella luz agradable, cálida... dejo de pensar y se encontró tan bien.... se dejo llevar por la luz. Era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo.
Bañada por la luz, vio a su abuela que con gesto protector y cariñoso extendía las manos hacía ella apremiandola para que se unieran en un abrazo.
-¡¡Deprisa...rápido!! ... ¿donde la habéis encontrado, quien es?
-Estaba tirada en un barrio marginal con una jeringuilla clavada. Es una drogadicta, parece una sobredosis.
-1,30 horas ingresa mujer sin documentación de unos 30 años en parada cardiaca. No responde a las maniobras de reanimación.
Fallece.
Envío del cadáver al departamento forense, número de identificacion CP 189456

LA AUTORA

LA AUTORA