Tú decías que te gustaría de porte aristocrático, que tuviera dos pisos, grandes ventanales con vidrios plomados, un porche con arcadas, donde en verano poder pasar buenos momentos y un pequeño jardín, donde nunca faltaran flores.
Me gustaba escuchar como disfrutabas pensando en la casa de tus sueños. Sonreía y me encargaba de ponerte los pies en el suelo y decir

Por fin la conseguimos, por supuesto que no era como tu la soñabas, pero desde el primer momento que la vimos los dos supimos que esa era nuestra casa.
Era pequeña, de un solo piso y era evidente que no tenía porte aristocrático o grandes ventanales plomados, pero si tenia un pequeño porche y un cuidado y diminuto jardín.
Hoy por fin me he decidido a entrar en tu habitación, mi mano temblaba cuando giró el picaporte, mi corazón martilleaba en mi cabeza, mis piernas me pesaban como plomo y se negaban a sostenerme. Cuando la puerta cedió, una fuerza extraña se apoderó de mí, algo me envolvió rompiéndome el corazón y sumiendome en la congoja. Ese solitario corazón qué últimamente se ha vuelto más duro y frío que una roca.
Todo esta igual, nada ha cambiado, el libro que leías y tus gafas sobre la mesilla, tus zapatillas asomando por debajo de la cama, la puerta del armario abierta como tu siempre la dejabas, la bata que te compré en nuestro último viaje colgada y dispuesta para envolver tu cuerpo y todo s

Por un breve momento he creído verte sonriendo aliviada descalzándote después de tu vuelta del trabajo, echando las piernas en alto y tirando los zapatos lejos de ti, luego, has dirigido tu cara sonriente hacía mi y una carcajada de alivio ha salido de tu boca, haciéndome cómplice a mi.
Pero solo ha sido un deseo, tú no estabas, tú ya nunca estarás aquí, en esta habitación, tus cosas persisten, te esperan, han quedado posadas, paradas en el tiempo, pero por mucho que estén ahí, dispuestas para que tu las tomes y las utilices, así quedaran posándose el polvo sobre ellas.
Para mí también se ha parado el tiempo aquí estoy con mis pies clavados en el suelo. Sufriendo porqué jamás podré ver ponerte tus gafas y buscar la pagina del libro que leías, tampoco podré contemplarte cepillándote el pelo mientras hablamos de nuestras cosas,. Ya nunca me reñirás porque dejo la ropa tirada, tampoco entraras mientras me baño y me pasaras con dulzura la esponja por la espalda. Todos esos momentos solo serán un sueño que con el tiempo se irán borrando hasta que por mucho que me esfuerce se desvanezcan.
Estoy roto, no soy nadie ni nada, no importo a nadie y nadie
Te has ido, no lo puedo creer, fueron pocos los días que nos otorgo el destino para poder despedirnos. Ese destino cruel que no nos dejó cumplir nuestros sueños, sueños sencillos: casarnos, tener nuestros hijos, criarlos, verlos crecer y vivir una larga vida juntos. Pero todo se ha truncado.
Aquel fatal día, aquel maldito día, se repite una y otra vez en mi cabeza, no sale de ella, te veo caer como fulminada por un rayo junto a mí, pálida, inerte, flácida como un muñeco de trapo. No me dio tiempo a impedir que cayeras cuando te levante en mis brazos ya no eras tú, el corazón latía pero tu cerebro había explotado como una pompa de jabón. Solo unos pocos días te pude acompañar en esta habitación donde ahora estoy,
Esta habitación y esta casa que solo era un hogar porque estabas tu.Ahora solo son cuatro paredes oprimentes y no puedo soportar que la casa siga igual, pero que tú que era su alma no estés.
Por eso no volveré a esta casa sin alma.
2 comentarios:
Muy triste y muy bonito, me encanta como escribe Carmen. Un beso
Carmen no sale su ultima entrada, un beso.
Publicar un comentario