martes, 23 de marzo de 2010

UNA HISTORIA DE AMOR


Es posible que un amor sin limites, irracional, entregado, puro...En este tiempo que vivimos ocurra?. El romanticismo ya no esta vigente...ahora nada es para siempre, todo es efímero de usar y tirar, nadie se hace ilusiones de que su noviazgo o matrimonio sea para siempre, el hedonismo se ha apoderado de nuestras vidas.
Amamos el placer y rechazamos todo lo que nos pueda suponer ligeramente dolor.
Los jóvenes salen a divertirse y buscan parejas como animales en celo; un momento, una noche, y al amanecer aturdidos por el alcohol ingerido y satisfechos sus instintos ni se acuerdan de con quien han estado.
Pero esta historia aun cuando parezca una clásica radio o telenovela es verídica, se que no es corriente que en estos tiempos esto no puede pasar... pero paso, y no hace tanto tiempo. Era un día de primavera, la brisa todavía era fresca y sol de vez en cuando se veía tapado por unas ligeras nubes, el campo lucia bajo los rayos del sol como cubierto de pequeños diamantes debido al roció que lo había cubierto durante la noche, las aves ya se habían desperezado y sus trinos alegres se escuchaban por todas partes, los campesinos se afanaban marchando hacia sus quehaceres y las mujeres del pueblo barrían y baldeaban su puertas y calles.
Las calles comenzaron a llenarse de personas que apresuradas tomando diferentes caminos se encaminaban hacia sus tareas diarias, todo parecía tomar vida y los cierres y puertas de los comercios empezaron a abrirse, diligentes empleados descorrían su cerrojos para dar comienzo a un nuevo día de trabajo.
De todos los portales empezaron a salir niños de diferentes edades camino de los colegios, unos los acompañaban sus madres y los menos iban acompañados por una sirvientas uniformada. Uno de los niños a los que acompañaba una sirvienta era Ernesto, contaba con unos 13 años y era el único hijo de un potentado terrateniente, el cacique del pueblo, nada se hacía sin que el diera su visto bueno, campesinos, alcalde, alguaciles, jueces... todos contaban con él.
A Ernesto le esperaba un costoso coche para trasladarle a su colegio de lujo en una localidad cercana, pero él se rezagaba y miraba hacía atrás, la sirvienta impaciente le apremiaba a que se diera prisa. A unos pocos metros de Ernesto una niña de edad aproximada a la suya, vestida modestamente se apresuraba también para llegar al colegio del pueblo. Una vez que Ernesto vio a la niña su cara se iluminó y una amplia sonría se dibujo en su infantil rostro, se paró un momento y esperó a que la niña se acercara a él para en un impulso coger su mano y ligeramente acariciarla. La sirvienta apremiada por la tardanza tiró de él bruscamente y a empujones lo introdujo en el coche. El coche arrancó y Ernesto por la ventanilla de atrás mandó un saludo con la mano, y no dejo de mirar hasta perder de vista a la niña. Sonia paró su apresurada marcha y se quedo quieta mirando al coche que rápidamente se alejaba de ella, su joven corazón latía apresuradamente. y levantando el brazo mandó un saludo hacía el coche que arrancó y se perdió alejándose .
Ella era una niña tranquila y en su cara y figura ya se podía adivinar que pronto sería una hermosa mujer, su madre trabajaba de cocinera en la casa del padre de Ernesto, en algunas ocasiones había estado allí, nunca pasó de la cocina, su madre la dejaba muy claro que su sitio estaba allí, que nunca pusiera un pie fuera de donde estaban los sirvientes y ella comprendió que el señor no quería que las personas a su servicio llevaran a sus hijos a su casa, pero algunas veces era necesario que Sonia acompañara a su madre ya que su padre hace años que murió y solo quedaron ellas dos. El trabajo de su madre era muy necesario para llevar un salario a casa ya que de no ser así en esa modesta casa no tendrían con que sustentarse.
La amistad de Ernesto y Sonia era reciente, la niña pasaba mucho tiempo en la cocina de la casa de Ernesto esperando que su madre pudiera dar por terminado el trabajo y como tenía prohibida el acceso a la casa daba grandes paseos por la extensa finca que la rodeaba. En varias ocasiones ella se había encontrado con Ernesto pero lo había evitado dando una carrera en sentido contrario. Una mañana después de salir del colegio Sonia llego hasta la cocina donde trabajaba su madre, esta le dijo que la esperara un momento que pronto se irían. Sonia salió al jardín y se alejo hasta el limite de la finca el borde de un barranco; un rincón que le gustaba mucho, desde allí se divisaba las diminutas casas del pueblo en la vaguada con su chimeneas humeantes, las praderas con los animales pastando y las personas muy pequeñitas dedicadas a sus faenas. A lo lejos las altas montañas donde la nieve vivía eternamente. Se sentó al borde del barranco colgando sus piernas sobre la ladera, estaba abstraída mirando hacia el valle cuando debajo de ella se oyeron unos crujidos; no la dio tiempo a reaccionar en un segundo se despeñaba ladera abajo. Cuando ya se precipitaba hacía el vacio unas manos tan pequeñas como las de ella la agarraron y con un sobrehumano esfuerzo tiraron de ellas, pertenecían a un muchacho de su misma edad de complexión débil, jadeaba intentando elevar a la niña, pero sus manos se escurrían. Con un increíble esfuerzo saco fuerzas de su débil cuerpo y mientras gran cantidad de piedras resbalaron por la peligrosa ladera consiguió alzar a la niña. El muchacho se dejó caer exhausto sobre su espalda, el corazón parecía que le fuera a estallar en cualquier momento, su tez se torno del color de la nieve y su menudo cuerpo tiritaba como si la fiebre su hubiera apoderado de él. Sonia con ojos espantados y temblando todavía por la angustia que había sentido creyendo que moriría allí, se dejo caer junto a el muchacho intentando recuperar la respiración, abrió su boca para internar llenar su pulmones de aire, estaba agotada y le dolía el cuerpo como si pequeñas agujas se hubieran introducido en él, en sus brazos el dolor era tan intenso que resultaba imposible hacer con ellos un mínimo esfuerzo. Cuando Sonia se recuperó ligeramente, miro al muchacho que había sido su salvador y reconoció en él al hijo del dueño de la casa. Con un gran esfuerzo se giro hacía él y al ver en que estado se encontraba... se asustó. El muchacho estaba lívido y su cuerpo se movía con pequeños espasmos, Sonia se levantó notando un gran dolor en todo el cuerpo y se arrodillo junto a él, extendió su brazo, lo cual le produjo un gran dolor y cogiendo suavemente la cara del muchacho la movió muy lentamente para un lado y otro intentando que él saliese de aquel estado. Pero fue inútil. Ignorando los dolores de todo su cuerpo echo a correr gritando fuertemente pidiendo ayuda, en su loca carrera por dos veces perdió la orientación y su pasos las llevaron nuevamente al borde de la ladera por donde un poco antes estuvo a punto de perder la vida. Varias veces cayó lastimando aún mas su maltrecho cuerpo, pero una fuerza interior la empujaba a buscar ayuda urgentemente, la visión del muchacho tendido en tan mal estado por ayudarla no se borraba de su mente. Al fin vislumbro a lo lejos la imponente fachada de la hermosa casa, casi sin fuerzas grito ,,,y grito.. pidiendo ayuda, vio como las puertas se abrían y un hombre de mediana edad con aspecto muy distinguido de elevada estatura y cuerpo atlético , salió a su encuentro y con voz mesurada pero enérgica la mandaba callar.
-¿Quien eres tu? le pregunto aquel hombre- ¿Que haces aquí? -Sonia, aturdida y amedrentada por la presencia del hombre solo pudo decir en voz muy queda-soy la hija de la cocinera. -Pues tu sitio no está por aquí, deja de gritar y vete por la puerta de servicio...Ahh y no vuelva por aquí. -¿Pero usted no entiende yo... -Calla, y dando media vuelta la dejo sin atender a lo que la chiquilla le quería contar.
Sonia, corrió a la cocina y a grandes voces llamo a su madre y con voz entrecortada y apenada le contó lo que había ocurrido. Su madre la mandó callar y busco en las caballerizas a un hombre y con una señal la indicó que los llevara hasta donde se encontraba el muchacho. Cuando llegaron lo encontraron tal como había dicho Sonia. Parecía muerto el color cada vez era mas blanco y ya su cuerpo no se agitaba. El hombre cargo con él y se dirigieron a la casa. Al llegar Sonia se extraño de que no entraran por la puerta principal, pero ellos llevaron al muchacho hacía una habitación cercana a la cocina donde había una modesta cama y allí lo tendieron. Su madre salió corriendo mientras el hombre arropaba al muchacho y lo hablaba con voz suave.En aquella voz se podía apreciar cariño, le susurra frases de ánimo y acariciaba su cabello y cara. Pronto volvió su madre con unos envases de medicinas y una tisana caliente. Entre los dos incorporaron al muchacho y con una pequeña cuchara fueron introduciendo en su boca pequeñas cantidades de tisana junto con la medicina. Parecía que el color volvía poco a poco a la cara del muchacho y que su pecho subía y bajaba muy suavemente, también su cuerpo empezó a recobrar la temperatura. Cuando su madre y su compañero comprendieron que el muchacho se estaba recuperando, hicieron salir a Sonia y después ellos también salieron cerrando suavemente la puerta.
Sonia no comprendía porque no habían avisado al padre del percance que había sufrido su hijo y en el estado en que se encontraba. Ella suponía que el padre tenía que saberlo, la presencia junto al muchacho de su padre era vital y además era quien en aquellas circunstancias el que debía determinar si le debía ver un medico. Cuando el hombre se marchó Sonia de un tirón le planteó sus pensamientos a su madre. Esta moviendo la cabeza con gesto triste negó y un lágrima se escapo de sus ojos.
-Sonia, al nacer Ernesto su madre murió, esto fue una cosa que el señor nunca pudo admitir, se recluyó en su trabajo e ignoró al hijo nacido, lo hacía culpable de la muerte de la persona que más quería en su vida. Ernesto nació débil, siempre médicos entrando y saliendo de casa y el señor cada vez se negaba más a envolver con su cariño a la pobre criatura que era carne de su carne. Con el tiempo la servidumbre fue la única familia del muchacho. Su padre comía y cenaba en su despacho y Ernesto solo siempre, fue buscando el único cariño que encontró, el de los empleados, fue pasando el tiempo y su padre se olvidaba más de él, pero nosotros le admitimos como si fuera de nuestra familia y todos y cada uno de los que trabajamos aquí lo queremos y tratamos de suplir la carencia de cariño de su padre. Ernesto es un niño bueno carente de cualquier indicio de maldad e incluso pese al trato que le profesa su padre nunca escucharas de su boca nada malo contra él, muy al contrario lo quiere mucho y sería el niño mas feliz del mundo si su padre un día le sonriera.
Pese a la corta edad de Sonia, y a no comprender la actitud de algunas personas mayores, ella se propuso hacer como Ernesto, no juzgar el comportamiento de ese hombre y pertenecer a las personas que querían al niño, esto último no le iba a resultar difícil pues después de esa mañana cuando él la había salvado la vida aún a costa de perder la suya ella ya la había empezado a quererle, era su salvador y estaba segura de que sin conocerla habría dado su vida por salvarla.
Se sentó en una silla de la cocina y su madre ya mas tranquila vio que la niña tenía numerosos y pequeños corte por todo el cuerpo y que sus brazos estaban amoratados, la mandó a bañarse y cuando volvió tenía sobre la mesa un gran tazón de chocolate caliente.
-Pronto te recuperaras, ¿prometeme que no vas a volver nunca más allí? -Si, mama te lo prometo ¿Como está Ernesto? -Ahh,,, se me olvidaba se ha despertado y le he dicho que estabas aquí y quiere verte, acábate el chocolate y entra a verle.
Sonia, tomo tan deprisa el chocolate que su lengua y paladar sintieron el ardor del calor. Corriendo se dirigió hacía la puerta y allí paro y suavemente llamo.
-Entra! -
¡Hola! ¿como estas?- el muchacho había recobrado el color y sentado en la cama sonría a Sonia.
-Ya estoy bien, no ha sido nada -He sido una tonta por poco me mato y hago que tu también te mataras...
-Bueno, sí, ,es peligroso sentarse allí donde tu estabas, yo te había visto desde lejos, quería advertirte pero por no asustarte y que eso te hiciera caer no lo hice hasta que ya fue tarde. Y diciendo esto volvió a sonreír a la niña
Desde aquel día Sonia no faltaba ninguno a casa de Ernesto, ella siempre llegaba antes que él ya que su colegio estaba en el pueblo y el de Ernesto en la ciudad cercana, cuando Ernesto llegaba los dos salían corriendo y se instalaban en rincones de la finca donde nadie pudiera dar con ellos, allí se contaban las cosas que les habían ocurrido durante el día y jugaban a montones de cosas. Eran inseparables, la salud de Ernesto mejoraba con los días y todos los de la casa que sabían de esta amistad sabían que su mejoría se debía a eso. Por todos los rincones iban dejando pequeñas huellas de su paso por allí: un montoncito de piedras blancas bajo una gran planta tropical, un trozo de madera toscamente tallado con la navaja de Ernesto y mil cosas más, les hacía felices esos pequeños secretos que solo les pertenecían a ellos. Se tomaban de la mano y soñaban en voz alta en crecer juntos y embarcar en preciosos veleros y que el viento les llevara a países fantásticos que solo ellos descubrieran, llegar a maravillosas islas donde antes nunca nadie hubiera recalado y nadar en profunda aguas transparente entre maravillosos peces de formas y colores. Admirar todas esas cosas juntos los dos y no separarse nunca. El tiempo iba pasando y ahora a Ernesto se le veía siempre feliz, su figura antes débil cada día se iba ensanchando y tomando un vigor que jamás antes había tenido. Sonia por su parte con diecisiete años era una mujercita muy bella, no tenía una belleza aristocrática, su belleza era la de una mujer del pueblo con un cabellera negra azabache igual que sus ojos, sus pequeños senos de una perfección extrema, su cintura pequeña y sus caderas redondas y perfectas. Nunca en esos años se habían separado, Ernesto tuvo varias recaídas en su salud y allí siempre junto a él se encontraba Sonia, su labios besando la frente cara y manos de él hasta que la crisis pasaba y Ernesto abría los ojos. Entonces Sonia no se atrevía a seguir besándole y ruborizándose se apresuraba a separarse un poco de para que no viera su turbación. Pero Ernesto hacía rato que se encontraba bien y prolongaba su recuperación para sentir los tibios y ansiosos besos de Sonia y escuchar las tiernas palabras de amor de ella.
En sus paseos por la fincas descubriendo sus tesoros escondidos durante años reían y se abrazaban al dar con uno de ellos enterrado hacía mucho tiempo. En uno de estos abrazos Ernesto no soltó a Sonia, acercó sus labios a los de ella y se fundieron en un torpe y largo beso. El primer beso de amor que los dos daban a otra persona. Desde entonces ya su amor que estaba siempre presente pero que ellos no se atrevían a descubrir por timidez afloró como un volcán, cualquier momento era bueno para acariciarse para juntar sus dos juveniles cuerpos y sentir el latido de sus jóvenes corazones. Así fueron descubriendo los dos al tiempo la felicidad que puede ofrecer un gran amor. Todos estaban muy contentos con ese amor que se profesaban los jóvenes, pero un resquemor les hacía temer que iba a ser de la pareja cuando el señor, que ignoraba la amistad entre ellos y que en caso de haberla sabido los habría separado quisiera mandar a Ernesto a estudiar a la universidad, seguro que lo mandaría a una de prestigio y lejana.
El tiempo se acercaba y pronto Ernesto tendría que marchar. Los jóvenes ajenos a estas cavilaciones que tenían todos los que les querían; seguían dedicando todo el tiempo que tenían libre para ser felices. Como no podían salir de la extensa finca sin que el padre de Ernesto fuera informado de sus relaciones, crearon allí un mundo especial donde solo convivían con las personas del servicio de la casa. Allí en esa cocina celebraron todos y cada uno de los cumpleaños de la pareja, allí los días de invierno sentados junto a la lumbre pasaban las tardes con los demás entretenidos en charlas interminables salpicadas por grandes risotadas y en los días de verano bajo el porche para espantar al inmenso calor grandes jarras de limonada se consumían mientras esperaban ve caer el sol y que la suave brisa les acariciara sus cuerpos.
El señor nunca bajaba hasta la cocina por eso aquel día que le vieron aparecer todos se pusieron lívidos, apareció de muy mal humor y quejándose de que nadie acudiera a su llamada, comprobaron el timbre y vieron que no funcionaba. -¡Díganle a Ernesto que suba a mi despacho inmediatamente!. -Pero.. señor... Ernesto no ha llegado del Instituto todavía. -Bueno...cuando llegue sin falta a mi despacho. Ernesto, se extrañó que su padre le llamara a su despacho, sabía que no lo quería y que lo ignoraba, de no ser por los sirvientes quizá ni estuviera vivo, ¿que quería su padre? Cuando llegó a la puerta del despacho su corazón latía fuertemente. Llamó y escucho la voz de su padre indicándole que pasara. Entro y su padre con un gesto le indicó que se sentara. Eran dos desconocidos sentados frente a frente.
-Ernesto, falta ya muy poco para que tus estudios te lleven a la universidad. Yo me he preocupado ya de esto y estás matriculado en una de California. Ernesto no comprendía que quería su padre de él ¿cuando su padre se había preocupado de él ? y ahora lo hacía sin consultarle y así truncar su vida, sintió que todo le daba vueltas y empezó a encontrarse mal.
-Padre, no deseo salir de mi entorno.
-No te estoy pidiendo tu opinión, te estoy poniendo al corriente de mis deseos. No me importa lo que tu puedas pensar.
-Padre piensa en mi salud, no es buena y estar tan lejos me puede perjudicar más.
-Desde que has nacido siempre has sido un niño débil y enfermizo, tu madre murió para traerte a ti al mundo y yo perdí a mi mujer....que era lo que más quería.
-Ya se padre que nunca me has querido y por eso me pregunto ¿por que quieres mandarme tan lejos?
-Si por mi fuera no me hubiera preocupado, pero ya que tu madre dio su vida, me creo en deuda con ella por que tu tengas una educación que corresponda a nuestra situación social.
La frialdad y la forma en que su padre le hablaba sin ningún miramiento en sus palabras que disimularan la falta de amor que tantas veces le había demostrado al no preocuparse de él, helaron el corazón de Ernesto. Se levanto y sus piernas se negaron a sostenerle y se desmayó.
Cuando despertó comprendió que había tenido un nuevo ataque, hacía ya tiempo que no le daban, con la presencia de Sonia se fueron espaciando y aunque su salud seguía siendo precaria su cuerpo parecía querer recompensar con un poco más de salud el amor tan grande que daba y recibía el muchacho en aquel amor juvenil sin limites. Junto a él como siempre Sonia le acariciaba y le susurraba palabras de amor. Ernesto con lagrimas en los ojos le contó para que le quería su padre. El muchacho dijo que se negaría con todas sus fuerzas a marchar y alejarse de ella. Sonia sabiendo que Ernesto no conseguiria nada de su padre, le animó a que no se enfrentara a él, porque saldría perdiendo, que el tiempo pasaría y que ella estaba dispuesta a esperarle hasta el fin de sus días. Últimamente Sonia temía por la salud de él ¿ y si los ataques se repetían frecuentemente? ¿ quien estaría junto a él cuidándole y fortaleciéndole con sus caricias y besos? Sonia se dijo que tendría que pasar por un calvario, pero que Ernesto se merecía tener una preparación adecuada a su posición.
El día llegó y la partida de Ernesto era inminente. La noche anterior los dos jóvenes ocultos en unas de las habitaciones habían tenido su primera experiencia sexual, hasta entonces su amor había sido ingenuo, casto, de caricias constantes y muestras de cariño, pero esa noche sus cuerpos se buscaron con ansiedad, y los dos dieron suelta a la pasión de dos jóvenes enamorados, siendo los dos uno solo. Así pasaron toda la noche, conocieron cada rincón de sus cuerpos, y esta apasionada noche fue la despedida. El amanecer llego y sus cuerpos todavía sudorosos por la batalla de amor, desnudos y bellos eran una visión magnifica, el máximo exponente del amor.
Cuanto Ernesto partió Sonia decidió estudiar enfermería, algo en su corazón le decía que ella era la única que podría ayudar a Ernesto en su enfermedad. Sonia marcho a una ciudad cercana a su pueblo y allí comenzó a estudiar enfermería, todos los días hablaba con Ernesto por videoconferencia y se pasaban horas así, casi no dormía por la diferencia de horario, pero nada le importaba, solo ver y hablar con él. Ernesto nunca se quejaba, jamás admitió que hubiera tenido algún ataque, pero Sonia con el paso del tiempo le veía más demacrado mas delgado. Pasaron tres años y Sonia termino su carrera de enfermería, entonces se dedicó en cuerpo y alma a recopilar todo clase de información sobre la enfermedad de Ernesto, estudio los trabajos de las más prestigiosas universidades y clínicas , busco sin desfallecer cualquier dato que pudiera darle un poco de esperanza de que alguna vez Ernesto recuperara la salud, pero todo fue en vano, su moral se vino abajo al comprobar que era una enfermedad de las llamadas raras y que no se había dado con nada para curarla. Era una enfermedad degenerativa y progresiva y poca cosa se podía hacer. Esta certeza fue para Sonia como un dardo ardiente penetrando siempre en su cabeza y haciéndole insoportable el tiempo tan largo y la cruz que llevaban separados.
Un día al llegar a la cocina de la gran mansión Sonia notó un inusitado desconcierto en todos los allí presente, se miraban a hurtadillas y hablaban con voces nerviosas y quedas. Al llegar ella todos interrumpieron de pronto las conversaciones. Sonia busco la mirada de alguno de ellos pero todos la rehuían. Su madre se acerco a ella y retorciéndose las manos nerviosa miró a Sonia y con voz entrecortada y ojos llorosos le habló.
-Se trata de Ernesto, el señor ha mandado un avión para recogerlo, esta muy mal...
Sonia, sintió como sus sienes golpeaban al ritmo del corazón, todo su cuerpo se estremeció y sus piernas se negaron a sostenerla, cayó al suelo sin que a nadie le hubiera dado tiempo a cogerla. Cuando despertó estaba tendida en la cama donde muchas veces había cuidado de Ernesto. Quiso levantarse pero su madre reteniéndola, la acaricio y despacio le fue narrados lo hechos.
-Mira cariño, Ernesto esta muy mal, ha llamado a su padre el director de la residencia de estudiante. Al parecer ya lleva bastante tiempo asi, pero él ni te lo ha dicho a ti ni a permitido que contactaran con su padre, pero ayer lo encontraron en muy mal estado y los médicos aconsejaron que volviera a casa. Su maldito padre no se ha inmutado, ha mandado al secretario a resolver todos los tramites y se ha encerrado en el despacho. -Sonia si Ernesto lo llevan a un hospital podrás verlo a menudo ya que su padre no creo que le dedique mucho tiempo, pero si lo instalan en su habitación te será muy difícil pasar mucho tiempo con él, pues aunque su padre no vaya por allí, siempre está en casa y no quiere a nadie extraño en su casa. -Pero mama yo tengo que estar junto a él, todos vosotros me tenéis que ayudar, soy enfermera y le amo, yo soy quien tengo que estar con él. -Bueno hija, ya veremos no será fácil.
Ernesto llego y no fue llevado a un hospital, su estado había empeorado tanto que los médicos indicaron que era mejor que el tiempo que le quedara lo viviera tranquilo. Sonia consiguió convencer al secretario de que la empleara como enfermera. En la habitación de Ernesto pasaba los días y las noches siempre atenta a él, intentando con su presencia y cuidados que el muchacho al menos pasara el máximo tiempo consciente. En esos momentos él agarrado de la mano de ella con un hilo de voz le repetía una y mil veces que desde que eran niños y la vio por vez primera siempre la había amado y que sentía abandonarla y no poder cuidar de ella como ella siempre había cuidado de él. -Tu cariño ha sido y es tan inmenso que ha superado a la gran pena de no verme querido por mi padre. Mi enfermedad la he podido superar durante estos años solo con tomar tu mano y ver en tus ojos mi amor correspondido. Solo los años que no hemos estado juntos han sido lo que me sumieron en la tristeza y la enfermedad que tu mantuviste a raya.
Por las noches cuando Sonia dejaba de escuchar los ruidos cotidianos de la casa y todos dormían ella se tumbaba junto a Ernesto y lo abrazaba queriendo así defenderle de la cruel enfermedad. Una noche que Ernesto estaba muy mal, Sonia atenta al suero, oxigeno y las sondas que tenia el enfermo, no se dio cuenta de que alguien abría la puerta y despacio avanzaba hasta ella. Era el padre de Ernesto y llevaba una pistola en la mano.
-¿Creíais que no sabía que Ernesto y tu estabais juntos?- dijo levantando la pistola.
-¿Señor y que mal hay en eso? ¿ no es bueno un poco de felicidad?
-¿Felicidad dices? ¿ por que tiene que ser mi hijo feliz? yo perdí mi felicidad cuando él nació. ¿por qué él tiene una mujer que le quiere cuando yo la perdí?
-Pero...es su hijo, es joven y débil y tendría que tener el cariño de su padre.
-Él ha tenido mucho mas cariño del que se merecía, ¿crees que no se que todos los de esta casa lo protegen. Pero hoy voy a acabar con todo esto. ¡ Ni un día más… hoy se acaba un calvario ¡
Ernesto a punto de exhalar su último suspiro abrió los ojos contemplando tan espantosa escena. Intento incorporarse para con su cuerpo proteger el de Sonia, pero su debilidad solo le dejo incorporarse unos cuantos centímetros.
En ese mismo momento Sonia hacia lo mismo desplazándose hacía Ernesto para intentar cubrirle con su cuerpo.
Se oyeron dos disparos seguidos y Sonia cayo muerta sobre el cuerpo ya muerto de Ernesto.
A este mal hombre su odio le había llevado a dar muerte a dos personas buenas que el único pecado era haberse querido hasta morir el uno por el otro.

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

Una bonita historia de amor .Aparte de lo bien que la ha narrado, es de verdad?.
Y el otro blogs , cuando el segundo capitulo? Un cariñoso saludo.

LA AUTORA

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