jueves, 21 de abril de 2011

AMBICION SIN LIMITES




Sandra, se encuentra en una encrucijada, recientemente ha cumplido 18 años y su deseo de escapar de la pequeña ciudad donde ha nacido y crecido cada vez es más acuciante.

La vida se había equivocada con ella, nació en una familia pobre, nunca le faltó el cariño pero desde niña siempre soñó con pertenecer a las que vivían en las lujosas casas de su ciudad. Al pasar junto estas mansiones se paraba y espiaba entre las rejas que circundaban los hermosos jardines, se paraba y así podía escuchar las alegres voces de las personas que disfrutaban sentadas en las impresionantes pérgolas del jardín o nadando en las piscinas.
No era justo, ella también se lo merecía ¿Por qué no era una de ellos?


Siempre procuraba alargar el tiempo para llegar a su casa se demoraba por las grandes y cuidadas calles, donde a ella le hubiera gustado vivir y la deprimía pensar en donde transcurría su vida.
El pequeño piso correspondiente a los ingresos de unos trabajadores, su padre obrero de una fabrica de automoción y su madre camarera de piso en un humilde hotel, ella no lo veía como lo que era, un verdadero hogar, un lugar donde siempre acudir y sentirse querida y segura.


Sandra era hija única y desde que había nacido sus padres se habían volcado en ella, dentro de las limitaciones de sus salarios, a ella no le faltaba de nada, su madre se quedaba hasta la madrugada para copiar y hacerle los vestidos que veían en los mejores comercios, pero ella los despreciaba, les faltaban lo que ella más apreciaba, la marca… esa etiqueta que hacía que fueran diferentes y muy superiores a los de su madre.

Sus padres no comprendían la actitud de ella, ese desapego tan grande hacia ellos, era como si nada de lo que hacían con grandes sacrificios para que se sintiera contenta no la satisficiera
- Hija, nunca estaba contenta. Eres una muchacha taciturna e introvertida, con muy pocos ademanes hacia nosotros de cariño.

- ¿ Cómo podría querer a quien me a traído al mundo en esta covacha

Esta era la contestación habitual de ella.

Ahora ya adulta su insatisfacción iba en aumento pronto terminaría el instituto y como sus calificaciones no eran muy buenas no podía acceder a una beca para la universidad y la economía familiar no podía costearle los estudios universitarios.

Esa ambición, por ser más... por poseer más, no le dejaba ser feliz y disfrutar de lo que la vida le deparaba. Sus cavilaciones no le dejaban vivir, tenia que trazarse un plan para poder salir de ese mundo mediocre en el que estaba inmersa y que creía no merecerse.

Pero sería por poco tiempo su plan para escapar ya lo estaba llevando a cabo aunque tuviera que vestirse con los vestidos que su madre le confeccionaba y aguantar un poco más conseguiría salir de aquel agujero.

Se negó a trabajar-ningún trabajo era bueno para ella- y no sentía ningún remordimiento por que sus padres cada vez alargaran sus horas de trabajo para conseguir un poco de dinero más para intentar que ella pudiera sentirse contenta.

Sandra empezó a frecuentar los comercios mas exclusivos donde se pasaba varias horas al día probándose los vestidos y accesorios más caros, los contemplaba envidiosa, acariciaba sus suaves y exclusivas telas, pero nunca compraba nada, carecía de dinero y no se podía permitir ni el accesorio más barato de cualquiera de aquellas tienda.

En estas visitas se dedicaba a tomar nota mentalmente de las hechuras de las prendas que la gustaban y en los probadores sacaba del bolso unas pequeñas tijeras y arrancaba las etiquetas.
Luego ya en su casa exigía a su madre que le confeccionara las prendas y cosiera la etiqueta que ella había arrancado a la prenda original.


Arreglada con sus exclusivos modelos, empezó a frecuentar los lugares de ocio del barrio de Bellavista, se paseaba por allí como una princesa, sabía que era guapa, se aprovecharía de los hombres. Creía que, pese a su corta edad, que podría manipularlos y conseguir de ellos lo que ella tanto ambicionaba.

Rompió lazos con sus padres y empezó a vivir en diferentes casas de amigos que la fueron acogiendo durante temporadas.

Pero el tiempo jugaba en su contra, carecía de dinero y el vestuario se le estaba quedando antiguo y no sabía como remplazarlo, se sentía atrapada.

Carlos era una buena persona y se sentía muy atraído por ella, sabía que había muchas habladurías , todos la tachaban de ambiciosa y algunos empezaban a darla de lado, pues ya a conocían a la verdadera Sandra, sabían que era de extracción humilde, que había renegado de sus padres y que solo le alentaba una gran ambición. Pero él no quería hacerlo, pensaba que se merecía una oportunidad y él se la daría.

-Sandra, sabes que me gustas mucho, estoy ilusionado contigo y me gustaría que viviéramos juntos.

-Yo estoy bien así, no creo que sea buena idea.

Pero lo que estaba esperando ella era una oportunidad mejor que la que Carlos le proponía.
Pero pese a su coqueteo con distintos muchacho de momento esta oportunidad no llegaba y decidió que lo mejor sería esperarla viviendo con él.
Cuando no le necesitara lo dejaría


Sandra se mudo al apartamento de Carlos y él, aunque de buena familia solo disponía del dinero que le procuraba su trabajo y esto no era mucho.
Era cierto que para mucha gente este dinero hubiera sido suficiente, pero no así para ella que ambicionaba mucho más.
Carlos solo sería un peldaño para subir hasta donde ella quería llegar

Así fue trepando de hombre en hombre, solo los utilizaba para conseguir conocer a otro más rico, sus parejas se contaban por decenas y los años fueron pasando pero no había conseguido alcanzar lo que tanto ambicionaba.
Era verdad que algunos de aquellos hombres se había exhibido con ella y la mantenían durante algunas temporadas, algunos la habían hecho valiosos regalos, pero ninguno se había enamorado.

Ellos la conocían pronto bien, ella era fría y calculadora y jamás incitaba al cariño, por eso cuando la pasión de ellos acababa se cansaban y la abandonaban.
Ella no comprendía como estos detestables hombres eran quienes se deshacían de ella, como de un muñeco roto . Había pasado a ser una mantenida y eso no era por lo que ella había renegado de su vida anterior.

Cada vez eran menos los hombres que la llamaban para pedirla una cita y su belleza, antes esplendorosa ahora empezaba a marchitarse.
Los regalos y los hermosos vestidos los tuvo que vender para poder pagar el alquiler y poder alimentarse. Así pudo alargar unos meses más su sueño de encontrar un hombre rico y poder llegar a la cumbre. Pero ese hombre nunca llegó.


Llamó a numerosas puertas, se rebajó como nunca antes pensó que lo haría, pero todas y cada de las puertas a las que llamó no se le abrieron. En su camino no había dejado ningún afecto, se creyó que con su belleza y su ambición era suficiente y estaba equivocada.

Su ambición la había destruido y ya no podía llegar más bajo, o sí, el día que la expulsaron de su casa por no pagar, con paso vacilante y cansino, los ojos extraviados y el peso de la culpa sobre sus espaldas, se desplazó hasta el borde de la carretera junto a un polígono industrial y con su bolso colgado del brazo empezó a pasear esperando algún cliente.

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

Muy bonita la historia y que verdad es, cuantas Sandras tenemos andando, junto a nosotros y al borde de las carreteras….
Me ha gustado mucho Carmen. Un besito.

LA AUTORA

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