miércoles, 6 de noviembre de 2013

EL MAR TE TRAJO A MI 11ª PARTE



Mientras los hombres de la tripulación se empleaban en hacer con lonas un improvisada tienda para refugiar a Alejandro del sol, Tomás y Victoria, le atendían.
Victoria ayudada por Tomás, con sumo cuidado y delicadeza fueron quitándole los restos de la ropas  que aún llevaba encima. Ella mientras hacían eso iba pidiéndole a Dios que Alejandro no muriera, que le dejara con ella, que volviera pronto en sí, que pudiera sentir que ella se encontraba  allí, junto a él,  de donde ya nunca  dejaría de estar.
Abrazada a él, le despojaba de los jirones de ropa y con agua fresca y limpia le iba quitando la suciedad que se había adherido a su cuerpo, y mientras lo hacía pudo comprobar que cerca del hombro junto al tatuaje tenía algo clavado y que además de tener que sacárselo habría que suturárselo.
Cuando todo el cuerpo de Alejandro quedó al desnudo, pudo comprobar como su piel estaba cuarteada por el sol y la deshidratación, Victoria se untó las manos con un bálsamo y empezó a frotar el cuerpo de Alejandro, para aliviar los efectos dañinos del sol. Cuando pasaba sus manos por el cuerpo sentía una dulzura, un amor tan intenso que sus manos no frotaban el cuerpo de él, lo acariciaban, querían descubrir cada rincón, cada pliegue, cada lunar, de aquel cuerpo bello que ella había rechazado y que a partir de ahora sería siempre de ella.
-Victoria, el trozo de astilla que tiene clavado en el hombro hay que sacarlo –
-Gracias a Dios el barco que me ha traído, dispone de mucho material médico por si se produce algún accidente durante el avistamiento de los tiburones o al bucear, Tomás, voy a preparar los antisépticos, guantes y bisturí y se lo sacaré -
-Pero estas loca, tú ha hecho eso antes alguna vez? -
- Por supuesto que no, pero la vida de Alejandro corre peligro, puede infectarse la herida si no se lo sacamos.-
-Pero… -
--Nada de peros, alcánzame la botella de ron, y una vez en su mano la botella se echó varios tragos, su cuerpo se encogió brevemente al sentir el ardor del alcohol pasar por su garganta.
Tomás quedó asombrado una señorita tan refinada y bebiendo ron como un marinero.
-No te asustes, debo coger temple para lo que ahora me dispongo a hacer.
Se inclinó hacía Alejandro, limpió muy bien la herida con gasa y desinfectante y cuidadosamente fue apartando la piel rajada de la astilla, esta era de considerable tamaño y también la herida era lo suficientemente extensa como para tener que coserla.
Tomás viendo como Victoria manipulaba el bisturí y como con unas pinzas extraía poco a poco los restos de la astilla, se estaba poniendo enfermo, tenía que hacer un gran esfuerzo para no caer al suelo desplomado, pensaba qué como esa mujer aparentemente tan frágil podía estar haciendo eso, no podía creerlo.
-Ahora quítame estos guantes sucios y dame otros limpios, mientras yo me lavo las manos con el ron. – Y diciendo esto volvió a beber de la botella, y al reparar en la cara de Tomás, sonrió y le dijo - Tengo que darme animo –
Volvió a desinfectar la herida de Alejandro y se dispuso a coserla.
-Por favor Victoria eso no!
-Es necesario ahora la herida está abierta y se puede infectar pese a que la tratemos con antibióticos.
- Pues perdona, yo estaré junto a ti pero no puedo mirar.
-Victoria se concentró en la herida, jamás se había visto en algo parecido, pero su temor a que Alejandro no fuera a sobrevivir era tan fuerte, que ella haría lo imposible para que eso no pasara.
Uno a uno fue dando los puntos y cerrando la herida, en esas estaba cuando Alejandro empezó a emitir leves sonidos, se quejaba, pero tan quedo, que Victoria tuvo que acercar su oído a la boca de él para comprobar que efectivamente, él estaba recobrando el conocimiento y balbuceaba y se quejaba.
-Dios mío! Alejandro, Alejandro…mi vida, mi amor…despierta, me oyes? Estoy aquí, soy yo Victoria, estoy aquí.
Victoria terminó  de coser la herida y después la volvió a desinfectar y la tapó, hizo una seña a Tomás y entre los dos cubrieron el cuerpo de Alejandro con una sábana limpia y luego le arroparon con una manta ligera, luego Victoria, se sentó junto a Alejandro y suavemente le acariciaba y daba pequeños besos susurrándole su nombre junto a palabras de amor. Sus besos en la frente de él la hicieron comprobar que a Alejandro le estaba subiendo la fiebre. Con ayuda de Tomás le incorporaron y le hicieron tragar poco a poco un comprimido diluido en un poco de agua, para evitar que le subiera más. A continuación Victoria comenzó a poner paños mojados sobre la frente de Alejandro  este estaba delirando repitiendo una y otra vez el nombre de ella.
Victoria no se perdonaba ser la causante de que Alejandro ahora se encontrara en esa isla y en tan malas condiciones, sus manos no paraban de acariciarle y Tomás y ella decidieron quitarle la manta y la sabana  para enfriar con paños el cuerpo de él, Victoria estaba concentrada en poner los paños sobre el cuerpo, cuando una mano de Alejandro la cogió mientras susurraba un poco más alto –Victoria, Victoria…
-Si soy yo, mi amor, soy yo, ¿me ves? aquí estoy y para siempre -
Alejandro intentó incorporarse, pero un fuerte dolor se lo impidió, quejándose se dejó caer y con gran esfuerzo abrió los ojos, esos ojos bellos pero que ahora estaban enturbiados por el dolor y la fiebre, con ansia busco la silueta de Victoria y sus ojos apagados, por un momento brillaron al reconocerla.- ¡Mi amor has venido! Y volvió a caer en su delirio febril.
Victoria, no se separó ni un minuto de al lado de Alejandro, la fiebre parecía ir remitiendo, pero su cuerpo con la piel quemada, perlado de sudor y sus ojos hundidos, le partían el corazón ,él que era un hombre tan fuerte,  tan viril…Se tumbó junto a él y abrazados pasaron la noche, Alejandro varias veces se despertó, soñando  febril y desorientado, buscaba a Victoria, ella con todo el amor que tenía en su corazón le decía palabras dulces y él ya tranquilo volvía a dormirse con el cuerpo de ella  muy junto a él.
Por la mañana la fiebre remitió y  Alejandro abrió los ojos y comprobó, que no era un sueño, que en verdad la mujer que amaba, por la que hubiera dado la vida, estaba junto al, le había buscado y se encontraba allí abrazandole, sus ojos, ahora hundidos y extraviados por las horas en el mar y de lucha por sobrevivir no podían apartarse de Victoria, parecía creer que si dejaba un segundo de mirarla, ella desaparecería, todavía  no alcanzaba a comprender por todo lo que había pasado, estaba confuso, pero la visión de su gran amor era la mejor medicina para hacerlo vivir. Eso era lo mejor que le  podía estar pasando tener a Victoria pegada a él, encontrar su mirada, sentir su amor, su calidez, su dulzura, Era la única medicina que necesitaba y quería.
-Creo, que podríamos intentar ya el trasladarlo hasta el bote, dijo Tomás.
Victoria se intentó incorporar, pero Alejandro, la retuvo y la volvió a traer junto a él, sin ella se sentía más naufrago, que cuando llego a la isla, empezó a hablar, pero su voz era todavía muy débil y ella se acercó aún más a él.
-Victoria, mi amor, el mar te ha traído a mí por segunda vez, te suplico que no vuelvas a marcharte de mi lado.
-Cariño he sido una necia, una tonta, estos días han sido un infierno intentado negarme a mí misma el amor que sentía por ti.
Alejandro esbozó una sonrisa
Desde el primer momento en que te vi, cuando  subí a tu barco y me preguntaba en voz alta quién sería el Capitán, y tras de mí  apareciste tú diciendo  - el Capitán soy yo, -desde ese mismo instante, comprendí que el amor, que nunca le había entregado a nadie, solo sería para ti.


Alejandro la tomó por la nuca y con sus labios aún resecos por la fiebre, la dio un beso largo, profundo, sus bocas se negaban a separarse, parecía que estaban hechas la una para la otra, se acoplaban perfectamente y su contacto era como una descarga eléctrica que se hundía en lo más profundo de sus cuerpos.
Toda la tripulación contemplaba con caras risueñas como la pareja se demostraba su amor, por fin Victoria había dejado sus dudas y prejuicios y se entregaba al amor que le brindaba, su amigo del alma, su Capitán.
Alejandro, hizo una seña para que Tomás se acercara.
- Tomas pudisteis comprobar en qué estado se encuentra el Ensueño? –
-Al principio los destrozos y la avería nos parecía más grave, pero creo que con unos días en los Astilleros podrá volver a salir a navegar. -
- Yo me encuentro mucho mejor, quiero que el capitán del barco que trajo a Marina y vosotros, retornéis al Ensueño, lo remolquéis y lo llevéis al astillero para que lo reparen, Victoria y yo nos quedamos aquí con el barco que la trajo y cuando el Ensueño este reparado volvéis con él. -
- Pero tú estás loco, estas herido y te vas a quedar  aquí solo con Victoria, lejos de todos? -
-No te preocupes, yo me apaño, sabes que yo sabré manejarme bien, dejarnos algunos víveres y agua y yo pescaré y procurare cuanto se necesite, esta isla tiene mucho que dar, yo la conozco bien. -
-No, no te dejaré herido, y ninguno de la tripulación lo hará –
- Tomás no comprendes, la mujer de mi vida está aquí, solo he tenido unos pocos momentos para compartir con ella, no hemos tenido apenas intimidad, deseo más que nada estar con Victoria, enseñarle todo lo maravilloso que nos depara la naturaleza y también que hay una vida diferente a la que ella conoce y que además esta vida puede ser mejor. -
-Pero eso también lo puedes hacer en el pueblo o en otro lugar donde también si lo necesitas te puedan ver la herida y curarte. –
-Sigues sin comprender, esta isla es el paraíso y quiero estar con ella aquí, disfrutar plenamente y sin testigos nuestro amor.
- Ahora que la has encontrado tienes miedo a perderla?
-Por, favor, marcharos, os lo ruego, sé que me queréis y que os preocupáis, pero estaremos bien.
Tomás junto con toda la tripulación subió al barco y desde alli se despidieron de Victoria y Alejandro.



Desde la isla, la pareja muy junta y fuertemente enlazada por la cintura  los despidió. CONTINUARA... 

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

Muy bonito Carmen y mas extenso chapo, un beso.

LA AUTORA

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