Cuando despidieron a sus amigos, la pareja, fuertemente
enlazados caminaron hacía la protección de la tienda.
Alejandro se paró, se enfrentó a Victoria y acercando su
cara a la de ella, con su mejilla acarició la de ella, rozando suavemente su
cara con la de él. Apartó así un mechón de pelo que le molestaba y posó su boca
en la oreja de Victoria, la mordisqueó
con delicadeza y susurró al oído

Las huellas de sus pisadas quedaron marcadas en la playa,
huellas de dos personas pero una sola
alma que marchaba hacía un futuro junto.
Su vida en el Paraíso estaba empezando.
Alejandro comprendía
que Victoria había hecho un gran sacrificio al dejar su vida en la gran ciudad,
había renunciado a todo, y él quería mostrar todo lo bueno que podía encontrar
en compartir la vida con él. Empezaría por aquella pequeña isla, un pedazo de
Paraíso.
-Victoria, mi amor, me has hecho el hombre más feliz,
nuestro amor, alguien o algo, lo pensó , lo planeó, lo creó, o hizo una conjura
o un encantamiento de amor, yo nunca me había preocupado por el amor, pero
desde que te vi, estoy embobado, fascinado, me tienes loco, no sé lo que me
pasa contigo, solo quiero besarte, abrazarte, hacerte el amor…es mágico, no
quiero nada más que estar contigo siempre, siempre… dime, piensas igual que
yo.?
-Mi amor, sabes que estos días me he comportado como una
estúpida, por prejuicios me negaba a compartir este amor, pero quiero que te
quede claro que desde el primer momento que te vi, mi corazón te perteneció, no hubo ni un solo día, ni una
sola hora, ni un solo minuto en que abandonaras mi corazón y mi mente. Yo
también creo, que los astros o quién sea se alinearon para que tú y yo nos
encontráramos allí, en medio del mar.
-Victoria, yo sé que
no somos iguales, que soy un marinero burdo, con poca educación, pero mi
propósito es, no que tú bajes hasta mi nivel, quiero yo intentar buscar una
vida que nos haga iguales, bueno al menos que no sea como ahora, quiero que si
tú me amas y deseas compartir mi vida, no tengas que dejar muchas cosas a las
que estás acostumbrada. -
-Alejandro, por ti dejó todo, nada tiene sentido sin ti, yo
quiero estar en todo tiempo y espacio junto a ti, para mí no hay nada más
importante que tú, ni el dinero, ni el poder pueden comprar un amor como el
nuestro, sabes? Yo también estoy embobada, fascinada, solo deseo, como tú,
besarte, abrazarte, hacerte el amor. Yo nunca he hecho el amor, jamás tuve la
necesidad de amar a ningún hombre, estaba predestinada para ti, hacerme mujer contigo,
conocer en tus brazos ese vértigo, ese deseo, y ahora sueño con ese momento.
-Victoria pero antes de entregarte a mí, y siendo lo que más
deseo, quiero que escuches, no es que tenga una gran cantidad de dinero
ahorrado, pero pensaba en que podíamos intentar hacer una vida juntos, que nos
hiciera más iguales, irnos lejos emprender una vida nueva.

-Victoria, mi vida,
lo que propones es lo que yo más desearía, pero algo tenemos que pensar, no
quiero que el transcurso del tiempo te puedas arrepentir.
-De que, de haber encontrado el amor?
-No, de haber renunciado a muchas cosas por él, por eso tengo otra idea. Hace tiempo que
compré unas naves en el puerto. Los pescadores estamos muy desprotegidos,
algunos tenemos viejos barcos que día por día se van desmoronando, tú y yo con el dinero que tengo ahorrado podríamos
alquilar parte del muelle, y ocuparnos de todos los tramites que los marineros
no pueden hacer, bien porque carecen de instrucción o de tiempo, pondríamos una
pequeña oficina y un pequeño astillero donde
se pudiera reparar y dar servicio a los barcos, trataríamos con grandes
empresas y venderíamos el pescado de todos al mejor precio. Uniríamos a todos
los pescadores y le regalaríamos pequeñas
participaciones, para que fueran dueños y así formar entre todos una
pequeña compañía.
-Pero eso no te reportaría a ti casi nada.
-No importa, ¿te parece poco? La satisfacción de ver a mi
gente contenta, nosotros seríamos los que nos encargáramos de que ningún barco
dejara de faenar por estar averiado o faltarle algún trámite y de que su
pescado se vendiera al mejor precio
-Este es el Alejandro que yo quiero, desprendido, siempre
pensando en su gente, mi amor, da por descontado que yo quiero vivir contigo y
tu gente esa nueva experiencia. Siempre y cuando no dejes del ser el Capitán
del Ensueño.
-Será maravilloso salir a faenar contigo, compartir mi
trabajo y mi otro amor, hacer que tú también lo ames y lo respetes como yo lo
hago. Y si algún día no puedes acompañarme tú serás el faro que me guie
Alejandro la tomó de la mano y la atrajo hacía él, después
sus dos manos rodearon su cara y con aquellos ojos maravillosos la miró a los
suyos intensamente, después sus manos rodearon delicadamente su cabeza y
acercando su cara a la de ella la besó. Después como un chiquillo empezó a
correr agarrado de la mano de Victoria
hacía el interior de la Isla.
Isla Perdida, era más que una isla, un islote, su ubicación
lejos de las rutas comerciales, la conservaban casi virgen, su arboles crecían
milenarios, sus troncos eran inabarcables, fuertes, robustos, llenos de vida,
debajo de sus frondosas copas donde anidaban toda clase de pájaros era un
perfecto lugar para resguardarse del sol
y el calor, no se veía ninguna vereda por donde antes hubiera caminado alguien, en su suelo y entre
sus rocas, florecían gran cantidad y variedad de flores que le aportaban al
paisaje una belleza salvaje, y lo
convertían en un escenario de
cuento
Alejandro se adelantó unos pasos y extendió su mano hacía
Victoria.
-Ven, ven.-
Victoria se apresuró
a ir junto a él.
Alejandro rodeó su cintura la acercó tan próximo a él que
ella podía sentir sus latidos y el calor de su cuerpo.

Victoria, sonrió y efectivamente, pensó no lo había.
Otra vez Alejandro la hizo correr entre la hierba y las
numerosas flores de la isla, parecían dos chiquillos traviesos haciéndose
pequeñas caricias o jugando a empujarse o a esconderse detrás de los troncos de
los arboles.
Alejandro arrancó la flor más bella que había visto y
enredando sus manos en el cabello de ella lo apartó y la prendió de él.
Victoria sintió un escalofrió de placer al notar los dedos de él enredados en
sus cabello. Le empujó y echó a correr nuevamente, riendo a carcajadas.
-Victoria, ven no te alejes, no vayas a lastimarte.
Victoria se volvió hacía él y su visión hizo contener la
respiración a Alejandro, el sol que se encontraba detrás de ella, hacía
trasparentar su largo vestido blanco dejando adivinar su maravilloso y deseable
cuerpo, al andar hacía que los haces de luz aparecieran y desaparecieran, su
cabello resplandecía y se oscurecía, la flor que él la había prendido en el
pelo daba aún más belleza al cabello que enmarcaba su precioso rostro, parecía
irreal, Alejandro se recreó en esa visión, Victoria era la mujer más bella que
había conocido.
-Tienes razón me he lastimado un tobillo…
Alejandro dobló un poco las rodillas y dijo –Sube yo te
llevo, agárrate a mi cuello y rodea mi cintura con tus piernas.-
-No, mentira, mentira…dijoVictoria - pero ya se había
subido sobre Alejandro y reía.
-Señorita mentirosa, ahora yo te voy a llevar así castigada.
Victoria, aspiró el olor del pelo de Alejandro y empezó a
hacerle pequeñas cosquillitas y a darles ligeros besos por el cuello.
-No lo hagas, no lo hagas, tramposa, o ahora mismo te tiro,
ya que así no puedo caminar.-
-Alejandro, así me puedes castigar siempre que quieras y
mientras decía esto, le enmaraña el pelo con sus manos y jugaba con él.
Todo el día estuvieron gozando de su libertad, descubrían la
isla, poco a poco no había prisa, cada paso les llevaba a una nueva caricia a
una nueva travesura, eran dos niños descubriendo juntos las maravillas de la
isla.
-Capitán, de aquí no me iría jamás, es tan preciosa y
excitante esta isla.
-Ah, la isla es preciosa y excitante ¿y la compañía?
Alejandro, riendo la alzó del suelo y la subió en su brazos.
-Que haces? Bájame, mientras reía pataleaba intentando
bajarse de los brazos de él.
-Vamos a la playa, señorita embustera.
-Pero así? Bájame, granuja, pero mientras decía eso reía y
no dejaba de enlazar sus brazos alrededor del cuello de Alejandro, mientras
revolvía su cabello y lo besaba.
Llegaron a la maravillosa playa de arena blanca y aguas
azules limpias y trasparentes, allí Alejandro soltó a Victoria, pero antes sus
labios habían buscado los de ella y se fundieron en unos besos interminables.
Después echó a correr hacía el agua seguido de Victoria, ella se paró un
momento y se desprendió del bañador, dejando al descubierto un espléndido
cuerpo, Alejandro miró hacia atrás y cuando la vio su respiración se aceleró se
acercó a ella y empezó a besar su cuello, su boca, sus hombros…

En aquella arena
blanca se sentaron de cara al mar, mirando al horizonte y viendo como el sol
declinaba y la luz antes blanca ahora se iba volviendo anaranjada y confería al
paisaje una calidez especial que también los envolvía a ellos.
Muy juntos contemplaron como el sol se perdía sumergiéndose
en las aguas del mar.
Allí estuvieron hasta que las sombras los embargaron y la
luna brillaba ya, cambiando la luz cálida del sol por otra más azul, más
sugerente, más mágica.
-Una vez tú dijiste que la noche cuando nos embarga es
mágica y nos embriaga y nos hace sentir cosas y sentimientos, yo te conteste
que entonces tu era más mágica que la noche ya que tú me embriagabas y me
hacías sentir más que ella. ¿Te acuerdas?
-Por supuesto, esa noche sintiendo tu contacto, tus suaves
caricias, me volví loca por ti y luego no pude dormir en toda la noche.
-Sí, pero te marchaste.
-Eso jamás ocurrirá, mi amor. ¿Alguien tiene hambre?
-Sí, yo me muero de hambre.
Victoria, se puso el vestido, Alejandro no la quitaba ojo,
era imposible no desear ese cuerpo, no hubiera querido que se lo pusiera, pero
no quería precipitarse, ya llegaría el momento.
Llegaron al refugio, de una cesta sacaron unos fiambres y
una botella de vino. Prepararon una improvisada mesa y a la luz del fuego que
había encendido Alejandro, empezaron a comer, él tomaba con sus manos pequeñas
porciones y se las daba a Victoria en la boca, limpiando después con sus labios
alguna pequeña brizna que hubiera quedado en los labios de ella. Victoria
sirvió vino y después de que Alejandro bebiera, también de entre sus labios
sacó ligeramente su lengua y limpió lamiendo zalamera los restos de vino que
hubieran podido quedar en los de Alejandro.
-Es impresionante, tú, yo,
la luna y oyendo el sonido del mar - ¿Te he dicho que te amo?
-No, estaba esperando
Alejandro dejó su vaso y el de Victoria, sobre la
improvisada mesa se acercó a ella y la tomo por su cintura apretándola
hacía él y haciendo y que los dos se levantaran a la vez, cogió las manos de
ella y las dobló por los nudillos, acercó su boca y empezó dedo por dedo a
besarla, despacio, despacio, recreándose en lo que estaba haciendo. Victoria,
no podía creer lo que le estaba haciendo sentir él, con solo estos pequeños besos
en sus nudillos. Su cuerpo estaba respondiendo a esas caricias de una forma que
jamás hubiera pensado, estaba rendida a Alejandro.
-Victoria, me has dicho que esta es tu primera vez, seré
amable, seré gentil, no haré nada que tú no quieras.
Ya no hablaron más, Alejandro empezó a acariciarla por
encima del vestido, deslizaba su manos suavemente siguiendo la figura de ella,
disfrutando de cada lugar por donde las deslizaba, Victoria, cerraba los ojos y
agitada esperaba cada nueva caricia, correspondiéndole con besos, en la cara,
el cuello, el pecho, él subió sus manos hasta el cuello y con delicadeza fue
agrandando y llevando la abertura del escote hasta dejar un hombro al
descubierto, el vestido se deslizó ligeramente por el brazo, entonces empezó
nuevamente a besarla, primero por el brazo, suave, suave, luego boca, nariz y
parte de la cara la posó en el hombro y la acarició a la vez que sus besos cada
vez se hacían más intensos, mientras con una mano retiraba el cabello de ella y
lo llevaba hasta el otro hombro. Las caricias se hacían más y más intensas,
Victoria respondía a las de Alejandro, su cuerpo se agitaba cada vez más y una
nube de pasión le hacía cerrar los ojos y desear que esto nunca acabara.
Después él, por encima del vestido acarició sus senos y empezó a desabrochar
uno a uno los botones del vestido mientras besaba su cuello, una vez
desabrochado, introdujo su manos y fue lentamente acariciando y besando la
cintura, el pecho, los hombros de Victoria, mientras hacía que el vestido
cayera al suelo. El vestido cayó y el cuerpo de Victoria lució en todo
su esplendor, se inclinó un poco y la tomó en sus brazos y la llevó con cuidado , dejándola en el suelo sobre el vestido.

-Me vuelve loco, el aroma de tu pelo, de tu cuerpo, ahora
mezclado con la sal del mar susurro al
oído de ella, te amo, te amo tanto… -
-Yo también te amo – Le dijo Victoria, con apenas un hilo de
voz.
Después se pegó suavemente
aún más a ella y así despacio,
con suavidad, con mimo, con pasión, sus cuerpos se hicieron uno solo.
La luz del amanecer ya anunciaba el día, cuando Alejandro
parado frente a donde dormía, miraba extasiado a Victoria, era tanta su belleza
que le costaba creerlo, su pelo revuelto y suelto enmarcaba una cara de líneas
perfectas, sus grandes ojos ahora cerrados, su nariz perfecta, su boca sensual,
que le invitaba a probar de ella, y el cuerpo, qué decir del cuerpo, ni una
diosa tenía el cuerpo de Victoria, él lo había explorado, no había dejado sin
besar ni un hueco, ni un pliegue, ese cuerpo era suyo para siempre.
Victoria se removió y alargó la mano hacía donde pensaba que
se encontraba Alejandro, pero no, él no estaba, abrió los ojos y allí tenía el
ramillete de flores más maravilloso que nunca había visto, alzó los ojos y vio
la figura de Alejandro contemplándola
-Mi amor, que bonitas las flores, Que temprano te has
despertado y las has recogido. Gracias, mi amor.
-Fue lo primero que pensé, bueno… no fue lo primero, si no
lo segundo - y guiñó un ojo a Victoria.
Ella río a carcajadas y se incorporó mimosa, con las flores
en su mano.
-Trae, las cogió Alejandro y empezó a manipular alguna de
ellas hasta que consiguió hacer una corona, apartó el cabello de su cara lo
dispuso a su agrado y se la puso rodeándola su frente. Después la atrajo hacía
él, y con su dos manos tomo su cara y la beso dulcemente.
-Te nombro reina de mi corazón y de esta Isla, que digo
reina…Emperatriz.
Otra vez Victoria no pudo contener sus risas.
-Jamás pensé tanta felicidad, yo sabía que eras, un hombre
bueno, honesto, viril, pero ahora he comprobado que eres dulce, delicado,
gentil
-¡Eh¡ es que no puedo ser todas esas cosas, y ser gentil, me
gusta tener bonitos detalles con la gente a la que quiero, aún así ,como me ves
siendo un rudo capitán y marinero burdo, me gusta agradar a los que quiero.

-Bueno, bueno, ¿No quieres desayunar, no estás hambrienta?
-Si mi amor,
-Pues mira lo que tenemos de desayuno.
Y le mostro una cesta de peces recién pescados.
-¿Eso vamos a desayunar?
-Si el fuego, ya está listo, lo ensarto y en momento
empezamos a comer.
-Pues yo nunca he desayunado pescado asado.
-Yo tampoco, esta es también la primera vez que lo desayuno,
y eso que soy marinero, pero, mejor, quiero, que ya siempre la primera vez en
todo lo descubramos los dos juntos.
-Alejandro, quiero darte las gracias por haberme enseñado el
amor, por haberme hecho mujer entre tus brazos.
-Y yo quiero darte las gracias por haberme, enseñado a hacer
el amor, yo creía que ya lo sabía, pero no fue hasta ahora que nos hemos
entregado, que he comprobado que tú me has enseñado lo que es hacer el amor.
Los dos se abrazaron y sus ojos estaban humedecidos por la
emoción. PROXIMO- EL FINAL
1 comentario:
Carmen este capitulo es tela de erotico.....se sube hasta la milirrubina,,,,,,bsss
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