martes, 13 de octubre de 2009

LLAMA EL TELEFONO



El amanecer parecía no pronosticar nada bueno. El sol no apareció en el horizonte y la niebla y la oscuridad se hicieron dueñas de toda la ciudad. Aquella densa niebla pesaba sobre el animo de las personas y les hacia moverse con gran lentitud, como si estuvieran luchando con un enemigo casi invisible, sus figuras borrosas parecían flotar y ser engullidas por un vaho gris.



El lugar tenia algo de siniestro, embutido en una escarpada ladera , solitario, entre altas montañas de piedra negra y vegetación rala e inquietante. Allí el tiempo parecía no transcurrir, era un sitio donde las piedras de las casas rezumaban siempre un liquido verdoso. La gran humedad producía que fueran invadidas de un moho que le daban un aspecto lúgubre y enfermizo. Los pavimentos de las calles de las misma piedra de las montañas, unido a las vetustas casas desconchadas y a punto de caer se fundían con las montañas.



Los pocos viajeros que se aventuraban a desafiar las endiabladas e interminables revueltas para subir allí, quedaban impresionados por la tremenda huella del paso del tiempo y el clima de aquel lugar. Todos procuraban estar el menor tiempo posible y lo abandonaban con alivio; como un alma torturada abandona el purgatorio camino del cielo.



Sara era desgraciada allí, hacía poco tiempo que su marido trabajaba para el gobierno y un trabajo como ingeniero le llevo hasta aquellas montañas. Se proponían levantar la mayor torre de comunicaciones del país, era de vital estrategia para mejorar todas las comunicaciones, tanto civiles como militares. Este trabajo era una gran ocasión para su marido. Pero este trabajo también hacía que él nunca estuviera con ella.

La torre se construía mucho mas arriba, en la cima de la mas alta y negra montaña. Allí se construyeron unos pabellones donde todos los que trabajaban vivían durante la semana. El camino era peligroso, estrecho, tortuoso, resbaladizo. La oscuridad persistente , la niebla y la humedad hacían que se procurara transitarlo lo menos posible. Ya habían ocurrido varios accidente con los camiones que suministraban los materiales y se trataba de reducirlos.

Sara se sentía sola en aquella casa donde nada funcionaba, las tuberías sonando siempre con ruidos que muchas veces podían confundirse con alaridos de personas que habían quedado atrapadas para siempre entre esas paredes, siempre húmedas y sucias, las puertas y ventanas mal encajadas ,dejando entrar ráfagas de viento helado y crujiendo con sonidos que le producían un temor intenso. Un fin de semana su marido tardo un poco mas de lo habitual, pero llego muy contento y con mucho misterio sacó un pequeño paquete de su bolsillo y se lo puso a Sara en sus manos. -¿Que es? -Algo que te va hacer feliz, un teléfono móvil, hemos terminado la primera fase y desde ahora ya los teléfonos móviles funcionaran aquí. Hoy en los suministros han venido varios y he pensado que para que no te encuentres tan sola con este podrás hablar conmigo cada vez que quieras. Los he programado para que la marcación sea automática, solo das a este botón y... ¡ Ya esta! Sara se abrazó a él y sintió un gran alivio ¿Dios mío! por fin lo tendré mas cerca de mí.

Las conversaciones entre Sara y su marido se hicieron habituales, siempre tenia el teléfono cerca de ella y el sonido de su llamada le hacía por un momento sentirse feliz. Cada día llevaba peor el estar en esa casa, en ese lugar. Sentía emociones que le daban miedo, los ruidos, los cambios de temperatura, estaban socavándola emocionalmente, sentía que de no marchar pronto de allí quizás podría llegar a perder el juicio.

Algunas veces atemorizada se acurrucaba en un rincón y las lágrimas y sollozos aliviaban por un momento la gran angustia que le embargaba.

Las llamadas a su marido cada vez eran mas frecuentes y apremiantes. El la intentaba calmar. La hablaba de su gran amor por ella y que pronto las obras acabarían y marcharían a un lugar donde el sol les envolviera en su calidez, donde las casa fueran blancas y de colores alegres, donde el cielo de un azul intenso se confundiera con el azul del mar, donde las buganvillas, las madreselvas, las glicinas, los nardos....todo se uniera para ser un paraíso diseñado exclusivamente para ellos.

Esperar el sonido del teléfono era obsesión para Sara, solo eso era importante para ella.
Aquel día era especialmente horrible una tormenta de nieve azotaba el lugar. El viento se metía por los resquicios de puertas y ventanas, empujándolas con gran fuerza como si un gran gigante quisiera traspasarlas. Sara se acurruco en un rincón y con sus manos se tapó los oídos intentando no escuchar.
Esperó la llamada del teléfono, pero no llego...
Desesperada llamo ella ,nada. Nadie contestó. Volvió a llamar... tampoco esta vez hubo contestación.
La casa parecía tener vida propia, podía sentir sus latidos. Su cuerpo latía también al unisono.
Unos golpes muy fuertes en la puerta la hicieron reaccionar, no, no era el viento, en la puerta había alguien. Asustada se pegó aun mas a la pared, su cuerpo temblaba compulsivamente.
Nuevamente los golpes en la puerta y una voz que la llamaba por su nombre.
Al fin tuvo las fuerzas suficientes para acercarse a la puerta y sin abrirla pregunto-¿Quien es?-
Alguien desde fuera le contesto...solo entendió algunas terribles palabras, marido... accidente.
Cuando recobró el conocimiento en la casa estaban varios compañeros de su marido.
El accidente ocurrió en la última curva llegando al pueblo. Su marido había muerto.
Sara perdió su equilibrio emocional, estaba ausente y no pudo hacerse cargo en ningún momento de todos las gestiones de el entierro.
Un compañero de su marido le dijo algo de que debido a la gran ventisca de viento y nieve estaban incomunicados y que debían enterrar provisionalmente a su marido allí. Mas adelante cuando las condiciones del tiempo variaran dejarían de estar incomunicados y lo trasladaría a su sepultura definitiva.
Sara dejo hacer, nada le interesaba, todo le daba igual.
-Sara, si quiere despedirse vamos a cerrar el ataúd.
La ayudaron a levantarse y casi en volandas la transportaron hasta donde yacía su marido. Sus ojos se nublaron y rota de dolor se abalanzó sobre el cuerpo inerte de él. Lo abrazó y besó y fue muy difícil separarla de allí. Cuando lo consiguieron Sara reparó en el teléfono de su marido que tanto les había unido. Con un gesto de pena infinita cogió el teléfono y lo introdujo dentro del ataúd.
Dos dias pasaron y la nieve seguía imposibilitando el traslado del cadáver. Sara ya ni tan siquiera se levantaba de la cama, solo quería salir de allí y llevarse a su marido. Por nada del mundo lo dejaría en aquel lugar. Solo eso la mantenía viva.

Desde la muerte de él nunca su teléfono había vuelto a sonar. Nadie mas que él conocía el número, por eso cuando Sara escuchó el sonido de un teléfono quedo atónita, lo primero que le pasó por su cabeza fue que alguien se lo había dejado allí durante el velatorio.

Pero el sonido paraba y unos segundo después volvía a sonar.

Como una sonámbula se dirigió siguiendo el sonido por las estancias de la casa. La casa estaba oscura y fría, Sara vivía en una perpetua oscuridad, y el frió y la humedad eran los dueños de cada rincón de la casa.

El sonido paro. Sara no obstante siguió buscando el teléfono, su cabeza y corazón pulsaban al mismo tiempo con un dolor extremo. Otra vez el sonido, Sara esta vez pudo ver la luz del teléfono encenderse al dar la llamada. Extendió la mano y temblando lo cogió....en la pantalla podía ver el nombre de su marido.
-¡No puede ser!

El teléfono seguía llamando.Siempre en la pantalla el nombre de su marido.
Sara descolgó y ansiosamente dijo ¿ eres tú? Nada, solo un ruido, como si algo o alguien se arrastrara .
Cayó como fulminada por un rayo, su corazón no pudo más. Se rindió
Cuando dos empleados compañeros de su marido pudieron entrar después de echar abajo la puerta. A Sara, la encontraron muerta con el teléfono en la mano.
-Pobre mujer, Quizas ha sido mejor que no llegara a saber que esta noche unas alimañas han removido la tumba de su marido y el cadaver ha estado rodando por la montaña.

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

Precioso, como todos, yo pensé que habían enterrado al marido vivo, y ella lo salvaba, o yo que se. Serian buenos guiones de películas, debería intentarlo, son preciosos.

LA AUTORA

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