viernes, 7 de agosto de 2009

MALDAD ENTRE PAREDES



Darío Belber era un nombre reconocido por el público. Estilista de profesión y hombre de refinados gustos y porte aristocrático, rozaba los cuarenta años.
Se vanagloriaba de ser llamado por famosas actrices y modelos para que supervisara su estilismo y él aconsejaba las prendas mas idóneas, forma de caminar, de vestir e incluso como mantener una copa o una taza o como hacer la entrada en un salón llego de gente.
Algunas de las hoy cotizadas modelos, cuando llamaron a su puerta con la pretensión de llegar a serlo, no pasaban de ser unas pueblerinas sin ninguna clase y menos elegancia. Él les había enseñado hasta como sentarse, les quitó el barniz y el tufo que todavía le quedaba del pueblo de donde procedían.

Hacía un par de años había alcanzado la fama y el dinero al ser jurado en un Reality Show donde hermosas muchachas querían ser famosas Top model. Él descendiendo de la gran altura en la que se consideraba se sentaba detrás de una mesa y sin piedad desbrozaba el camino apartando a unas y dejando a otras seguir en el concurso haciéndose ilusiones de llegar un día a lo más alto. En el fondo despreciaba ese trabajo, le parecía que ninguna de las participante era merecedora de tan siquiera estar allí concursando, pero la T.V. paga muy bien y la fama tampoco le disgustaba, así que dejó sus escrúpulos a un lado y al final terminó gustándole.
En varias ocasiones había hecho llorar a más de una aspirante a Top Model, haciéndole ver sus carencias en su hermosura, altura, o forma de moverse… Y eso le gustó, le gustó mucho, ejerció un poder que nunca había tenido, su palabra era la ley allí y no sentía nada al ver a aquellas chicas llorosas abandonar hundidas el concurso.

Ahora su situación era otra, la fama había acabado, nadie le paraba ya en la calle para animarle a expulsar a una u otra de las concursantes o para solicitar que posase para una foto con el pesado de turno, nadie en la calle le reconocía y tampoco nadie le pedía un autógrafo .
Los problemas monetarios le acuciaban, su hermoso chalet en una urbanización de lujo se había esfumado porque tuvo que venderlo a un precio más bajo de lo que le costó para pagar su manutención durante el tiempo que esperaba a que lo llamaran nuevamente para otro concurso.

Pero el tiempo pasaba y su teléfono no sonaba. No podía creerlo, su situación se agravaba y todos le habían abandonado. Ninguna de las modelos que sin él no hubieran pasado de hacer un catalogo de supermercado de barrio le ofrecían trabajo y en algunas ocasiones cuando había estado cerca de ellas su guardaespaldas no le dejaron acercarse y le habían alejado con malos modos.

Con el poco dinero que le quedó después de vender su precioso chalet y apartar una cantidad para subsistir hasta que volviera su status anterior compró un pequeño apartamento en el centro de la ciudad, en un barrio en el que dos años antes no se hubiese dignado tan siquiera a pasar por allí.

En ese pequeño apartamento se sentía oprimido, su conducta cambió, sufría , las paredes parecía que le querían engullir, y el ruido que salía de ellas le provocaban un espanto que le hacía tomar a su perro en brazos y acurrucarse en el pequeño balcón tapándose los oídos para no escuchar los sonido diabólicos que salían de todas las paredes de la casa.

Estos sonidos provenían de las instalaciones eléctricas, él lo sabía, ya cuando vivía en el chalet camino a su casa pasaba por los tendidos de la red eléctrica y los malditos cables le perseguían con sus sonidos maléficos, que lograban trastornarle.

Pero esto últimamente se había recrudecido y ahora los sonidos eran nítidos y le hablaban a él y lo que le decían con voces cacofónicas eran amenazas terribles. A todas las horas le torturaban con nuevas amenazas y la más terrible para Darío era la que aseguraban que le iban a incendiar la casa con él y su perrito dentro.
Esta madrugada era especialmente terrible a la presión a la que se vio sometido Darío, las voces le atormentaban una vez y otra más. Y en su delirio creyó ver como toda su casa se prendía y como las llamas tomando formas fantasmales le iban cercando…

Desnudo salió corriendo de su casa y golpeó frenéticamente la puerta de su vecino gritando y sollozando preso de un ataque de histeria.

Cuando el vecino abrió la puerta, Darío temblando y sollozando le apremió histérico diciéndole “Llamé a los bomberos mi casa se está quemando” El vecino incrédulo mirando hacía la casa de Darío no veía el incendio del que hablaba, no obstante cautelosamente penetró en la casa y en el pequeño apartamento no había nada que hiciera suponer que allí se había producido un incendio.

Cuando el vecino volvió de su inspección, se encontró con Darío acurrucado abrazado a su perro y pegado a la pared, con ojos de demente y no atendiendo las explicaciones que él le daba. El vecino asustado llamó a la policía.

-Señor, la ambulancia ya viene, serénese y no tenga miedo le aseguro que su casa y usted no están en peligro.

Desde que Darío volvió del hospital era incapaz de valerse por si solo, no tomaba la medicación y vivía como un indigente dentro de la casa. Apenas se levantaba de la cama y los ruidos que se producían en la pared día a día le atormentaban, Tapado en la cama hasta la cabeza, contestaba a esos ruidos con gritos histéricos de socorro…..En su locura , en su delirio, estaba convencido de que la amenaza de incendio de su casa se cumpliría fatalmente.

-¡Se incendió! Lo sabía yo lo sabia!….No me creíais….Malditos….
Se acurrucó desnudo en el balcón y abrazó a su perro, tiritaba y palabras incoherentes salían de sus labios su figura famélica reflejaba la locura por la que era poseído……

-Señor ... Un momento.. ya estamos aquí en unos segundos podremos bajarle ¡cuidado no se separe de la barandillas del balcón, las llamas están ya muy próximas…
-No comprendéis nada …. Os lo dije, las voces lo advirtieron…. ¡las llamas….! Nunca podré huir de ellas… nunca. Y diciendo eso cogió a su perro y como si de un muñeco se tratara lo arrojó al vacío.
El sonido al caer sobre el pavimento sobrecogió a todos los que presenciaban el incendio y las circunstancias que lo rodeaban.

No más de cinco metros les faltaban a los bomberos para que Darío fuera puesto a salvo, cuando este se incorporó y con parsimonia se encaramó a la barandilla y salto al vacío.

Los bomberos a la mañana siguiente afirmaron que el fuego había sido a causas de un cortocircuito y que al fallar todo el sistema eléctrico se sobrecalentó y esa fue la causa del incendio.

Los locos en su supuestos delirios, tienen razones que nosotros los que nos llamamos cuerdos no comprendemos.

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

SI EL DE MISTERIOS SIN RESOLVER (QUE AHORA NO RECUERDO EL NOMBRE) TUVIERA ESTE CASO YA NOS DARIA UNA EXPLICASION CON SU LOGICA , ME ENCANTAN ESTOS TEMAS . MUY BONITO .

LA AUTORA

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