viernes, 11 de octubre de 2013

EL MAR TE TRAJO A MI - 2ª PARTE

Alejandro, daba órdenes, iba y venía por todo el barco, su tripulación que le adoraba las seguía sin dudar, sabían que él era el mejor, el mejor de los capitanes, su barco, su tripulación y la mar eran su vida, desde pequeño estaba entregado a su barco y a su mar, conocía las señales que el mar le enviaba, sabía dónde estaba la pesca sin necesidad de los modernos y sofisticados aparatos tecnológicos que otros barcos necesitaban, su comunión con el mar era tal que parecía que le hablaba, le contaba cuando y donde se encontraría con un banco de peces, cuando estaría en calma o cuando rompería la paz y se embravecería, conocía los mil tonos diferentes que pueden presentar su aguas y sabía leer en ellas lo que nadie más podía. Pero conociéndolo tan bien, sabía que tenía que tenerle mucho respeto. Y él le amaba y le respetaba.
Su vida no había sido fácil; las enseñanza de su padre nunca las olvidaba, él decía que hay que dar para recibir, que tenía que ser un hombre de palabra, que la verdad nos hace libres y  siempre, siempre, pensara  antes en los demás que en él mismo.
Podía decirse de él que era un hombre, bueno, muy inteligente pero no demasiado instruido, nunca pudo llegar a la universidad ya que su madre había muerto cuando él era muy pequeño y su querido padre cuando él era adolescente el mar se lo llevo,  huérfano y teniéndose que hacer cargo a tan temprana edad de aquel viejo barco, 
 barco que le daba su sustento y le cobijaba ya que no tenía ni quería más casa que su viejo barco  “El Ensueño”.
Para afrontar la muerte de su padre y superar las adversidades siendo tan joven, se había basado en las muchas veces que acompañaba y ayudaba a su padre en la salidas a pescar en el viejo barco;  todo se lo enseñó él , con él aprendió lo que luego le serviría para hacerse cargo del barco y ser su capitán. Veneraba la memoria de su padre y aún ahora, muchas veces se retiraba a la cueva de la Orquídea y hablaba con él pidiéndole consejo, 
No tenía familia, solo su tripulación lo era, eran más que hermanos;  se conocían desde chiquillos y  en ellos se hacia la frase de  Los Tres Mosqueteros de “Uno para todos y todos para uno”.
Todo el pueblo lo adoraba y él sentía por aquella gente el mismo cariño que recibía de ellos, se podía ver su coche lleno de niños, llevándoles a comprar golosinas o juguetes y siempre colaboraba con el sacerdote del pueblo; ni un mes faltaba su parte del salario para obras sociales y siempre con la promesa del cura de no decir quién colaboraba con su aportación
Alejandro, estaba hecho a la vida dura del mar y sus modales no eran demasiado refinados, no porque no fuera sensible, solo eran sus circunstancias, las de enfrentarse a diario al mar y a las tarea de un barco de pesca, que dejaban poco tiempo para sutilezas.
Jamás pensaba en una mujer ni mucho menos con el amor, cuando bajaba del barco, las mujeres de los lugares donde fondeaban ya conocían  El Ensueño y todas soñaban con su capitán, pero él respondiendo a veces a los comentarios de su tripulación sobre las mujeres les decía que no creía que hubiera ninguna mujer para él, que ya hacía tiempo se había hecho a la idea que nunca la encontraría, por eso había cerrado su corazón a esta idea y si algún día se casara le daría igual con quien lo hiciera ya que el amor hacia cualquiera de las mujeres que con las que pudiera casarse sería limitado.
 En todo caso si algún día lo hacía  sería por tener hijos, ya que eso si le haría feliz de verdad, y luego añadía - pero eso  en todo caso será dentro de muchos años -
Rodrigo se había quitado su chaqueta de lino azul cobalto quedándose en mangas de camisa, el champán seguía reposando en la cubeta de hielo y el precioso ramo de flores que unas horas antes le había entregado a Victoria junto con un beso que quiso rozar sus labios y que ella rechazó ladeando la cabeza, estaban caídas por el suelo y empezaban a languidecer. Rodrigo se metió a la cabina y frenético empezó a pulsar botones y a teclear como un loco en todos los instrumentos del yate.
Victoria en principio había sospechado que era una treta de él  para parar el barco  y prolongar la cita con ella, pero ahora viéndole descompuesto ya se daba cuenta que efectivamente el sistema eléctrico  estaba estropeado y que estaban en medio del mar, con un barco que no funcionaba y sin poder comunicarse para pedir que los rescataran.
-Mi Capitán, a babor hay un yate, desde allí nos hacen señales de emergencia.
-Gira todo a babor y acércate despacio, estar prevenidos, no sabemos quiénes pueden ser.
El Ensueño se acerco al yate
Rodrigo de una manera un tanto altanera  pidió hablar con el Capitán.
-Lo sentimos pero en este momento no le puede atender, podemos ayudarle en algo?
-Dígale, que soy Rodrigo Castro, puedo pagarle lo que pida, pero que me remolque hasta el puerto más cercano.
-Ahora vuelvo.
-Dice mi Capitán, que se guarde su dinero, que hay cosas que no se pueden comprar con él, y que  los podemos llevar muy gustosos a puerto en nuestro barco ya que es cortesía y deber en el mar.
Victoria no pudo evitar una sonrisa, a Rodrigo le había bajado los humos el Capitán de ese modesto barco.
-Yo viajar en ese mugroso barco? Ni pensarlo.
-Pues puede quedarse en su yate esperando, ya hemos dado advertencia a la comandancia de Marina y dentro de una horas estarán aquí. Ellos tienen ya sus coordenadas.
Victoria no pudo más y saltó como un rayo.
-Por favor dígale a su Capitán si me pueden llevar a mí a puerto.
-Por supuesto señorita, pero nosotros antes tenemos que recoger las redes que están llenas de pesca y después tenemos que descargar en el puerto de Alzaga.
-No importa todo menos estar en alta mar esperando más horas.
-No Victoria no subas a ese barco, en el yate estarás mucho mejor, tienes todas las comodidades.
-No importa, por favor me pueden izar?-
Victoria vio como el barco se ponía en marcha y como el yate de Rodrigo se iba quedando cada vez más lejos. Empezó a marearse, era verdad que ese barco no era como el de Rodrigo, parecía una hoja a merced de las olas
 Y sin darse cuenta en voz alta se pregunto cuál de esos cuatro hombres que la miraban con respeto pero admirados sería el Capitán.
Detrás de ella sonó una voz varonil pero muy cálida,- Señorita el Capitán soy yo -
Se dio la vuelta y ante ella apareció el hombre más bello que jamás había visto, solo llevaba puestos los pantalones y su cuerpo era como cincelado a mano, junto a su hombro llevaba un tatuaje, el pelo largo y rubio lo llevaba descuidadamente recogido en una cola en la nuca, sus ojos color miel eran grandes y hermosos con espesas pestañas y sus labios frescos, perfectos y carnosos.
Victoria quedó impresionada no sabía por qué ese hombre le había impactado tanto sería por qué, había esperado ver a un Capitán más viejo, más maduro, pero este era   joven y bello y parecía controlar perfectamente su barco.

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

Que no tare mucho el siguiente capitulo, es muy interesante.Un beso

LA AUTORA

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