Desde aquel gran ventanal que casi abarcaba el suntuoso
despacho, podía verse la gran ciudad en toda su extensión, estaba situado en
los últimos pisos de un gran edificio corporativo y desde allí parecía poder
dominar a la gran ciudad junto con todos sus habitantes. Sus cómodos sillones
de cuero blanco de formas minimalistas, sus alfombras de lana y seda y algunos
cuadros de pintores actuales famosos, hacían de él algo impactante y a la vez
elegante. La mezcla del olor de la piel de los sofás junto a la del tenue
perfume de la ocupante del despacho se esparcía por todo él, dándole un toque
especial muy femenino.
Victoria era una gran ejecutiva de una corporación muy
importante, el alto puesto que desempeñaba
le hacía parecer fría y distante, pero por otro lado su gran
belleza intimidaba a cuantos tenían que
tratarla. Aún con su precioso cabello recogido sobre su nuca y un elegante
traje de chaqueta oscuro, impresionaba y destacaba por su gran belleza. Ella siempre
trataba de vestir elegante pero discreta y de acuerdo a su puesto de ejecutivo.
En su trabajo era muy eficiente y varias empresas habían
intentado que dejara en la que se encontraba y formara parte del consejo
ejecutivo de una de ellas y para eso la habían ofrecido grandes sumas de dinero.
No se quería comprometer todavía en una nueva aventura profesional.
Desde hacía tiempo notaba que con cada ascenso en su carrera se encontraba más
distante de la gente y cada vez más
sola. Allí en su despacho manejaba los asuntos con profesionalidad y
rigor pero a veces se cuestionaba hasta que punto esa era la
vida que ella quería vivir. Intuía que fuera de aquella bonita habitación había
otra vida que quizás fuera mejor y ella nunca había podido vivirla enfrascada
como estuvo en trabajar y promocionar
Victoria pese a la
imagen que quería dar de mujer fría e implacable en los negocios, era joven y el éxito que había obtenido en
su carrera no le satisfacía, no se
sentía completa, ella tenía sueños, sueños como cualquier chica de su edad.
Esperaba con anhelo aquel hombre que toda mujer sueña, y
pese a la gran cantidad de ellos que atraídos por su belleza y posición se
habían querido acercar a su corazón, nunca lo había abierto a ninguno de ellos.
Ni siquiera ella sabía cómo debería ser ese hombre, lo adivinaba, sabía que
existía, tenía que existir, su corazón se lo decía, pero llegaría a
encontrarlo? y si lo encontrara, él la
amaría como deseaba ella? Con un amor total, infinito, que venciera
cualquier obstáculo que se le presentara.
Cuando pensaba esas cosas
allí, sentada en la sala de su hermoso apartamento, se sentía
impaciente, ansiosa por que llegara ese día, para sentirse completa. No
habría nada que no diera para que eso
ocurriera.
Dejó esos pensamientos y se acordó que a la mañana siguiente
Rodrigo vendría a recogerla, llevaba mucho tiempo insistiendo en que salieran a navegar en su yate, era muy
persistente y ella ya había rechazado la invitación en varías ocasiones,
rechazarla otra vez más sería muy descortés. Rodrigo era un empresario de mucho
éxito, joven y muy rico.
A Victoria no le terminaba de gustar, su forma de tratar a
sus empleados, su desenvoltura excesiva en cualquier ambiente, su pulcritud en
el vestir, siempre empeñado en rodearse de lo mejor y mil detalles más, la
incomodaban, le hacían recelosa, no se creía el gran amor que él decía sentir
por ella, de todos modos él nunca sería su gran amor por mucho que la rodeara
de delicadas atenciones, las cuales no las veía naturales, espontaneas, les
parecían todas ellas afectadas e interesadas, más bien pensaba que estaba
obsesionado con ella por no haber podido conseguirla y eso para Rodrigo que era
un hombre con un ego tan grande debía ser un reto que quería lograr.
Bueno -se levanto de un salto del sillón y casi en voz alta
se dijo- espero que el viaje termine pronto
y que Rodrigo no se haga ilusiones.
Rodrigo vino a recogerla en su precioso y carísimo coche
descapotable, era un hombre joven y bien parecido se le veía muy desenvuelto y
sonriente, se bajó y muy galante rodeó
el coche para abrir la puerta y que Victoria entrara, después, se puso al
volante y el coche salió veloz camino del puerto.
-Tengo que decirte que para tener más intimidad he preferido
que salgamos a navegar en mi yate más
pequeño, la tripulación es un incordio. A Victoria esto no le gustó y torció el
gesto.
-No te preocupes, no haremos nada que tú no quieras.
Cuando subió a la embarcación su mirada tropezó con un gran
ramo de flores y una cubeta llena de
hielo donde se enfriaba una carísima
botella de champán.
-Ahora brindemos porque al fin has aceptado mi invitación, espero que esta
cita sea la primera de muchas y que llegues a quererme con el tiempo. Más tarde
podemos comer algo.
-No tengo por costumbre tomar champan y mucho menos por la
mañana.
-Victoria tienes que ser más receptiva, gozar más de la
vida, eres joven pero no disfrutas, todo te lo tomas muy en serio.
-Rodrigo perdona, no quiero ser grosera, hemos venido a
disfrutar de un paseo por el mar en esta hermosa mañana y nada más, comprendes?
Solo eso.
-Bueno relájate, allá vamos, saldremos ya del puerto y
pasaremos una agradable mañana en alta mar.
Por un tiempo así fue. La embarcación era muy cómoda y
elegante, por supuesto Victoria no esperaba menos de los gustos de Rodrigo,
pero casi deseaba con vehemencia que aquel viaje terminara. Pese a la
atenciones de él, o quizás debidas a ellas, la mañana se le estaba haciendo
eterna,
-Te habrás traído un bikini?
-Pues no, un paseo era lo que tú dijiste, nunca hablamos de
bañarnos.
-Pero, un chapuzón en medio del mar es maravilloso. Si quieres
por los camarotes puedes encontrar alguno que se hayan dejado?
Victoria lo miró queriéndole fulminar con la mirada.
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