domingo, 26 de julio de 2009

ESTACION TERMINO


Era ya entrada la noche cuando el tren destartalado y traqueteante donde viajaba Sócrates llegó a su destino.

Bajó las escaleras apoyando sus manos vacías a los lados del tren y al momento éste reanudó su marcha ruidosa y cansina dejando atrás una estela de humo y cenizas que le envolvieron.

Cuando se disiparon Sócrates quedó solo en esa vieja estación donde solo se adivinaba que no estaba abandonada por un par de mortecinas bombillas que pendían de un techo casi en ruinas.

Miró curioso, esperando encontrarse con cambios después de los muchos años que habían pasado desde que, desde esa misma estación, partiera para siempre dejando su ruín vida atrás. Pero allí nada había cambiado, solamente todo estaba mucho mas viejo.

Cuando se fue de allí nunca pensó en que volvería, incluso todos estos años los había vivido sin pensar en que existía aquel lugar.

Hacía unos días que había recibido una llamada de su hermano con la intención de que toda la familia se reuniera en su casa por un asunto de extrema importancia.

La reunión duró varias horas y la tensión fue la nota dominante.
Todos los hermanos y las correspondientes familias lo estaban pasando mal, muy mal, la falta de dinero les acuciaba tanto que estaban desesperados. Y todos... uno a uno...sabían que tenían una sola solución.

Debían ponerse de acuerdo sobre todo en cual de ellos solucionaría el problema y eso no era fácil, nadie se ofreció voluntario.

Por eso dejaron que unos papelitos con los nombres de los que deberían participar y la suerte decidieran por ellos. La responsabilidad recayó en él.

Al momento todos le rodearon esperando ver en su cara la decisión de hacer lo que le correspondía, pero él se sentía angustiado y sudoroso así rodeado por todos, solo veía sus caras como máscaras horrosas que le incitaban y exigían a cumplir con lo que le había tocado hacer.

Cuando salio de la estación su ánimo bajó aún mas. Cuatro casas viejas temblando en pie, ni un alma por la calle y por todos lados la sensación de volver a un cementerio.

Giro en su camino y empezó a caminar por una suave ladera que le alejaba de las pocas casas que todavía quedaban.

Un paseo corto le llevó junto a una cerca de madera, podrida por el paso del tiempo. Ni tan siquiera tuvo que abrir ningún pestillo, empujó y con un ruido inquietante la cerca cedió dándole paso.

Anduvo unos cuantos pasos y se paró, solo escuchaba el ruido de su corazón y el discurrir de la sangre por sus venas. Nada, ningún ruido; ni perros ladrando, ni ruidos propios del campo. Todo muerto.

Socrates paró, limpió su sudor e incrédulo miró hacia la casa donde se veía luz en una ventana, parecía imposible que en aquel escenario, sórdido y decadente pudiera estar la solución a todos los problemas de la familia.

Reconoció la casa y recordó que allí había pasado su miserable infancia y adolescencia, los abusos de todas clases que había recibido y también recordó la avaricia de su padre por recoger y guardar cada moneda que recibía por el trabajo de su hijos, la venta de caballos, vacas o la cosecha.

Este último pensamiento le hizo recobrar fuerzas. Tras la ventana vio la figura de un anciano en la cual reconoció a su brutal padre.

Entonces sacó de su cintura un objeto y alzando el brazo lo puso a la altura de sus ojos.

La luz de la luna hizo reflejar un inmenso cuchillo.

1 comentario:

MARIA JESUS dijo...

no lo he cojido , por que lo hacian ?, por odio o por ambicion?

LA AUTORA

LA AUTORA